En el Antiguo Testamento la palabra hebrea para indicar la prudencia es "binah'' (bnh). Aparece 32 veces. Con una concentración del término en el libro de Job y en Proverbios. Aparece el término en Isaías, Daniel, y en Crónicas 1 y 2. Son libros que recogen la tradición del mundo sapiencial de medio oriente. Todos los pueblos tienen textos referidos a la sabiduría que plasman la experiencia de vida de los hombres sabios. Pero Israel toma esta idea de sabiduría y se la aplica a Dios. Y muestran que sin Dios no se puede ser sabio y vivir bien la vida. La prudencia aparece como una actitud del hombre sabios ante las situaciones de la vida. 2. El término hebreo "binah'' se traduce mayoritariamente por inteligencia, comprensión, conocimiento, discernimiento. Todas estas facetas indican que la prudencia es como adquisición clave para la vida. Sin inteligencia el hombre no sabe abordar la vida. 3. La prudencia pertenece a una de las cuatro virtudes cardinales junto con la justicia, fortaleza y templanza. Se las llama "cardinales'' (del latín cardinalis: significa principal o fundamental); todas las demás se agrupan en torno a ellas. Es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo.

El imprudente termina perdiendo todo en su vida.

Es el hábito de la recta conciencia. Enseña el camino hacia el fin último de la vida de modo operativo e inmediato agudizando la mente de la persona para averiguar en todo cuál sea la voluntad de Dios. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de la conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar. Es el fundamento de las virtudes morales. Sólo aquel que es prudente puede ser por añadidura: justo, fuerte y templado. Es la reina y madre de las virtudes. 4. Viendo la vida de los hombres el comportamiento humano tiende a ser desordenado jugando al límite entre lo que está bien y lo que está mal. No medimos a dónde vamos y qué medios usamos. El imprudente termina perdiendo todo en su vida, porque no tiene la sabiduría para armar la arquitectura de su vida y la de los demás. Un acto imprudente puede ser muy caro.



Por Presbítero Fabricio Pons
Párroco de Santa Bárbara