Señor director:

Me imagino a Jesús, montado en un humilde asno y pensé, entonces, en la maldad y soberbia del ser humano. Con ramas de olivo a nuestro Dios cantamos, el que entregó su cuerpo, en la cruz para salvación del hombre y su pecado.

Tristes lágrimas inundan mis ojos y mi corazón, ante la crucifixión de Jesús; quien murió para salvarnos, en un acto de amor a la humanidad ciega ante nuestro Dios y su hijo amado.

Una tristeza honda inunda mi corazón, en estas Pascuas después de tanto agravio, sucedió el milagro de la Resurrección: Jesús subió a los cielos, pues su Padre amado, salvando con su vida, al hombre y su pecado.

Luego hubo aleluyas y cánticos sagrados y este domingo de Pascuas se colmará de festejos por su ascensión a los cielos: "¡Aleluya, Aleluya!".