Señor director:
Han pasado 207 años desde aquel primer grito de libertad. Ese que se dio en Buenos Aires, el 25 de mayo del 1810. Mucho de lo dicho y hecho quedó registrado por historiadores que desde cada una de las visones subjetivas cuentan lo que ocurrido aquella jornada gloriosa. Dícese que no nos habíamos despegado tanto de la potencia colonial hispana. Que el acta se firmó con loas al poder de Fernando VII. "No reconocer a otro Soberano que al Sr. D. Fernando VII…". Esto fue así, pero dejó la puerta entreabierta que dejó pasar la luz revolucionaria de aquellos criollos que le dijeron basta, a un gobierno sin respaldo peninsular en tierras sudamericanas.
Hablar de todo esto hace necesario mencionar nombres de miembros de Junta de Gobierno Patrio y demás. Pero es misión de los profesores de historia esta labor que, seguro, esclarecerán muchas mentes juveniles.
Aquí sólo mencionaré a una mujer arriesgada e irreverente como lo fue María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson. Ella, con 24 años, miraba con ojos asombrados lo que ocurría en la Plaza Mayo.
Pertenecía una clase social acomodada para la época. No obstante esto, no tardó en inclinarse por las ideas revolucionarias de los patriotas.
Se casó con quien quiso y no con quien obligaban las leyes de estrato social de la época. Nunca mezquinó nada para apoyar la gesta de mayo. Luego, tres años en el salón de casa, se cantó la canción patria, escribió cada hecho histórico y su longevidad fue un apoyo real para todas sus palabras esculpidas con plumas.
Pocos son los historiadores que la realzan; pero vale la pena investigar sobre su carácter donde impuso sus ideales sin medias tintas, en una época donde las mujeres eran consideradas un objeto más de las casonas coloniales.
Los otros dos personajes de mencionar son Domingo French y Antonio Luis Beruti. El primero fue el primer cartero de la metrópolis portuaria, como militar destacado en 1806 durante las invasiones llega al rango de Teniente Coronel de las escuadras rioplatenses que repelieron a los ingleses. El segundo fue un hombre de estudios en Europa, que al regresar a estas tierras se pone en forma inmediata al servicio de la causa revolucionaria.
El grupo de "Chisperos” los unió en la labor de levantar el pueblo y encender la mecha de la revolución. Los métodos de persuasión no fueron tolerantes con el discernimiento, tan es así, que el hecho de las hermosas escarapelas que repartían entre los asistentes a la plaza, descrito así por formales escritores genuflexos, fue la forma de identificar quienes eran los que estaban en favor de la revolución y quiénes no.
Pienso, ¿Qué hubiera sido sin la participación de estas personas? Cada uno fue tan importante como todos aquellos cuyos nombres nos hicieron aprender de memoria. Todos trabajaron para comenzar a cortar los eslabones de las cadenas que aún parecen atarnos al imperialismo, hoy con distintos rostro, pero con similares propósitos de expoliación y robo de recursos naturales.