Señor director:

Recordar mi época de universidad en Mendoza, es tener presente los viernes, la corrida a la estación de trenes para volver a mi San Juan. Hoy tenemos un monumento histórico. La estación convertida en centro cultural. No se escucha la campana, el silbato y el crujir de esa mole negra cuya máquina me impresionaba de pequeña, por su fuerza para enganchar la enorme seguidilla de vagones, algunos de madera lustrada, para pasajeros, los otros "redondos”, llevando el vino, y los de carga, transportando materias primas para BsAs. Lamentablemente todo desapareció.

Es un hecho de que el gremio ferroviario era un cáncer. Reconozco lo oneroso para el Estado mantenerlo. Pero como generalmente los políticos no tienen conciencia qué es un plan a largo plazo, mirando el crecimiento del país, implementan medidas inmediatas erróneas.

Decidieron abandonar este medio de transporte. Nuestro país, con sus largas distancias, tenía en los trenes y en sus vías bien administradas comunicación y progreso. Pero fueron abandonadas. Es imperdonable. Este ejemplo, mezcla de pasado y añoranza, sirva de lección a los jóvenes aspirantes a políticos. La visión futura de progreso del país debe ser la brújula para marcar acciones inmediatas.