La foto pinta cabalmente al científico argentino Luis Federico Leloir. En ella se lo observa en su humilde laboratorio, investigando, rodeado de pipetas, y sentado en una vieja silla, cuyos extremos se sujetan con ataduras de alambre.¸

Hace 36 años, el 2 de diciembre de 1987, falleció en Buenos Aires el sobresaliente médico, bioquímico y docente, profesor Luis Federico Leloir, a quien en 1970 se le otorgó merecidamente el Premio Novel de Química. El investigador había nacido en 1906 en París, pero al poco tiempo se estableció en nuestro país, recibiéndose de médico en la Universidad de Buenos Aires, en el año 1932.


Una vez graduado se dedicó a la medicina asistencial, no obstante, cuentan sus biógrafos, que esta especialidad no lo satisfizo del todo, por las carencias de la época. Fue entonces que se consagró con empeño a la investigación, escogiendo para su perfeccionamiento el acreditado Instituto de Fisiología que dirigía, en ese tiempo, otro destacadísimo médico, también galardonado con el Premio Novel, Dr. Bernardo Houssay.


Así comenzó a brillar su innata capacidad para la indagación científica, junto a su constante tesón y entereza. Su brillante carrera a veces se vio entorpecida por los avatares políticos del país, especialmente por los golpes militares, pero lejos de quebrantarse su espíritu científico, esto le dio más fuerzas para proseguir. Realizó varios viajes para imbuirse de los últimos avances en el campo de química, como el efectuado a Cambridge y a los Estados Unidos.


En 1946, a instancias de otros destacados médicos, y del mecenazgo del industrial Jaime Campomar, comenzó a dirigir el recientemente creado Instituto de Investigaciones en Bioquímica, que funcionaba en un sótano de la Facultad de Medicina de la UBA.


El gran descubrimiento que realizó, y que le valió el Premio Novel, dicho en términos de la medicina química, fue identificar y aislar a la "uridina difosfato glucosa", esto es, conocer el mecanismo a través del cual los azúcares que contiene la sangre humana, cambian, son asimilados y proporcionan energía a las células del organismo. 


Cabe decir que Leloir fue un hombre extremadamente sencillo, evitaba contactarse con la gente y con la prensa. Es indudable que ese hombre tuvo como único ideal en su vida efectuar descubrimientos que fueran útiles a la humanidad.

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magíster en Historia