Señor director:

Después del terremoto de 1944, la ciudad de San Juan fue levantada de a poco. Cambió rotundamente y se transformó en una de las capitales provinciales más modernas del país. Veredas anchas, con mosaicos de color y textura uniforme, arbolado público, acequias por donde corría el agua y canteros que contenían a cada ejemplar. Se transformó también en la ciudad más limpia del país. De a poco, las cosas cambiaron y el mantenimiento no se hizo bien. En la actualidad, hay al menos un proyecto en los que se pretende adoquinar las veredas con el argumento de que es más barato y práctico. Pero, sencillamente no lo es. El adoquinamiento trae muchos perjuicios y riesgos para la salud pública. Uno de ellos es muy especialmente para las mujeres, que al usar zapatos con tacos altos, pueden sufrir esguinces y caídas. También los ancianos y demás personas con problemas físicos para trasladarse corren riesgos ciertos de caídas. Pero sin dudas, cambiar las veredas de la ciudad sería también quitarle esa identidad que tiene. Y un recuerdo silencioso de lo que fue el renacer de la provincia, luego de un sismo que marcó la vida de los sanjuaninos desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días. Cambiar los mosaicos amarillos por adoquines será también olvidarse de cuánto dolor costó el tener la ciudad más moderna del país.

 

Leonardo Zucchero
DNI 10.287.395