
"Ya no hay forma de pedir perdón", dice una conocida canción. Es tarde acaso, pero lo voy a intentar. Pedir perdón es sanador, y queda al arbitrio del ser ofendido, concederlo o no. En este caso, entre tantos "debe" que registro, se trata de una omisión. Quizás no importe que haya sido involuntaria. La omisión es una omisión, y habiéndola advertido pido humildemente perdón. A la señora María Elena Gómez, mamá de Paola Laciar, quien falleciera hace unos días, es a quien elevo mi pedido de disculpas. Porque no la mencioné en la nota "Nuestro amigo ante lo indescriptible". Nuestro amigo es Jacinto Laciar, papá de Paola, y en ese correo me concentré en su dolor, que lo hicimos nuestro. Quienes nos consideramos sus amigos lo rodeamos, lo tratamos de proteger y focalizamos en él la atención, aunque no nos pasara de largo la inconmensurable pena de la mamá, que lloraba calladamente, sin aspavientos, la pérdida de su hija. Un dolor recogido e íntimo.
Me pregunté después, en ese viaje que solemos hacer hacia los intersticios del alma, si es que no me sometió un solapado machismo en aquel olvido. Ahora que otros amigos me advirtieron del error y vuelvo a mirar la nota, da la impresión que Paola fue hija únicamente de su papá. Cuando cae el traje de "machista", por tal o cual comentario, o actitud, me increpo. Venimos de una cultura patriarcal, y sin querer, expresamos una manera estructurada de considerar la vida, cuyo ombligo sería el varón. Lo interesante, creo, es darse cuenta e ir corrigiendo, pero no martirizarse por ello. Es una cuestión de tolerancia y libertad de pensamiento, y tratar de no caer en las dicotomías machista-antimachista, celeste-verde, u otra de las tantas tan de moda, que como toda antinomia, esconden un autoritario que no hace más que dividir. Hay tantos manuales de conducta social, que al final ninguno parece inobjetable sobre qué es ser machista, o cómo enseñar a los chicos a que no lo sean. Y se me viene a la cabeza la idea troncal de "familia". Porque los chicos salen al mundo con el bagaje de enseñanzas, que recibieron de sus mayores. Creemos que nuestros padres nos dieron lo mejor que pudieron. Repitieron las formas que heredaron de nuestros abuelos, muchos de ellos venidos de culturas heterogéneas y diversas, de todas partes del mundo. Son ellos y sus circunstancias. ¿Se puede pedir perfección, o una síntesis del "cómo debe ser", frente a este variado complejo de costumbres? Al final, importa el amor, y el compromiso que suponen las cosas hechas, como decimos, "de corazón". Habrá alguien que te diga "te equivocaste en esto" o "deberías haber hecho tal cosa". Y diré, "puede ser", pero no es bueno agobiarse de culpas, porque somos seres humanos, perfectibles, pero inevitablemente humanos. Gracias a Dios. Ante el error, no desmerece a nadie pedir perdón, y perdonar, dicen, es divino. A la mamá de Paola le extiendo el abrazo fraterno del grupo de amigos de Jacinto, y aunque "ya no hay forma de pedir perdón", humildemente lo solicito de usted, luchadora incansable por esa hija, que ahora la cuida desde lo alto. O acaso desde los colores y el aroma de cierta rosa, encriptada al pie de las Sierras Azules.
Por Orlando Navarro
Un amigo.
