El oratorio de Caputo sobre la Ruta 141.

 

Todos, en algún momento, al transitar algunas de las rutas del país nos hemos encontrado con esas pequeñas grutas u oratorios a la vera del camino erigidas por familiares o amigos de personas fallecidas en accidentes de tránsito, en relación a que en ese preciso lugar tuvieron su último momento de vida. Creencias y homenajes se mezclan en esa extraña forma de inmortalizar a seres queridos que por los infortunios del destino dejaron su vida en forma precipitada, sin tiempo a una despedida o a un adiós.

Esta práctica o costumbre, lentamente está desapareciendo tal vez por el gran número de personas que actualmente mueren en las rutas. Las estadísticas podrían llegar a hacernos pensar que si se siguen rindiendo estos tributos quedarán muy pocos lugares libres y ese exceso es, probablemente, el autolimitante de este hábito.

La historia nos muestra que la costumbre nació hace mucho tiempo cuando rutas principales eran de tierra o ripio. Cada vez que había un siniestro de tránsito fatal o hechos vinculados a esas tragedias, los familiares y amigos se trasladaban hasta el sitio preciso y construían una gruta, de diferentes formas, para recordar al fallecido. De ahí en más se convertían en lugares de petición, reconciliación o para pagar culpas, que transformaban a los difuntos en "casi santos”. Bastaba que alguien pidiera algún favor o su intersección y se cumpliera para considerar que ese difunto tenía alguna vinculación entre lo sublime y lo terrenal.

En el camino hacia el paraje Difunta Correa hay un caso emblemático. El lugar donde murió el taxista Caputo. Si bien su fallecimiento estuvo vinculado a un hecho delictivo más que a un accidente de tránsito, el hecho de que muriera junto a su auto cerca de un barranco ha generado la creencia de que dejando en el sitio respuestos de automotores en desuso, neumáticos viejos y otras autopartes de vehículos, se le rinde homenaje a este "santito” como algunos lo han llegado a llamar.

Llegamos a la conclusión que todo es cuestión de Fe, y los humanos necesitamos de este tipo de paganismo, para alimentar nuestras esperanzas.

Por Leopoldo Mazuelos-Corts   DNI 5.543.908