Señor director: 


Los seres humanos nos irritamos a menudo, y a menudo estamos también estresados. Pero no compensamos este déficit de energía de manera legítima. Tomamos quizás estimulantes, de modo que apenas nos damos cuenta que nuestra vibración decae cada vez más. A consecuencia de ello los órganos no reciben suficiente energía, tampoco con la alimentación. Los órganos estresados y agobiados hasta más no poder, que están conectados a aquellos centros de conciencia del alma, están transfiriendo menos energía, se cansan y sufren bajo esta carencia, y finalmente enferman.


Al principio de esta cadena de causas y efectos hubo un pensamiento negativo, y al final está la enfermedad. Vemos por tanto qué importancia tan grande tienen nuestros pensamientos. Nuestra palabra. Si cambiamos los pensamientos vacilantes, cavilosos, llenos de odio, envidia y celos, por pensamientos llenos de confianza y esperanza, dispuestos a pedir perdón ya perdonar, se vivificará el alma y el cuerpo.