Señor director:


Hace seis años, Benedicto XVI anunció que dejaba la sede de Pedro porque ya no se encontraba con fuerzas, ni físicas ni espirituales, y porque, después de haberlo rezado mucho, consideraba que era la mejor opción para la Iglesia. Desde entonces tenemos el gran regalo de contar con un Papa emérito, algo así como tener al abuelo en casa, el abuelo sabio, en palabras del papa Francisco. Por eso sería un error recordar sólo aquel gesto final de enorme impacto. El cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI, es ya un gigante en la historia de la Iglesia. Es, desde luego, un gran teólogo y un pastor que supo leer y aplicar, desde la hermenéutica de la continuidad, las enseñanzas del Concilio Vaticano II.



José Dominguez   DNI 7.124.659