Señor director:
Existen en todos los pueblos o departamentos algunos "personajes” muy particulares que atraen nuestra atención por lo que representan. El tema es: ¿Cuándo dejamos de ser personas para convertirnos en personaje?
Las personas cumplen un rol social, según la función que desempeñan, la edad, el género, el status social, y para ello se apegan a una serie de gestos, modales, actitudes, hasta la vestimenta, sin dejar de lado un vocabulario técnico inclusive para cada uno de ellos. Sin embargo "los personajes” transgreden todo tipo de comportamiento social, llevan consigo la inocencia infantil de la primera edad, parece que Dios la guardó en sus almas bajo llave para que no la perdieran nunca y los acompañe durante este paso por la tierra. Estos seres se hacen parte de nuestras vidas, y de nuestras familias dejándonos siempre un mensaje puro.
Ellos sin querer nos arrancan una sonrisa, hacen nacer en nosotros sentimientos de ternura, solidaridad, cariño y muchas veces generan un gran compromiso. Los personajes viven sin reglas, sin parámetros, sin objetivos o metas económicas, no buscan amigos por interés, ni les importa agradar a nadie. Son criaturas extraordinarias que viven "al natural’ sin maquillaje ni máscaras que oculten sus verdaderas intenciones. Son como niños grandes, su norte es abandonarse a los brazos de Dios, no sé si por intuición, o por qué.
Los personajes de mi ciudad, son débiles, vulnerables, inocentes, viven cada minuto en paz, en su mundo.
A lo largo de Diagonal Sarmiento, pasaron muchos personajes: Copete, La Alicia Quiroga, la Florinda y el Monardez, muchos, todos ellos nos dejaron una enseñanza, como "El Lustra”, un salteño que apareció un día en la estación del tren Belgrano, y se quedó por la zona, lustrando zapatos en la zona céntrica de Caucete. Estos "personajes”, a veces nos hacen pensar que son el mismo Jesús en la tierra, como lo describe en un poema la escritora caucetera Victoria Vilches de Albarracín.
