Señor director:
Estamos observando que en los últimos tiempos, ante el desconcierto que trae la globalización, retornan viejas formas de nacionalismo. Se desconfía, cuando no se estigmatiza al extranjero. Y, se sueña con fórmulas para cerrar comercialmente las fronteras.
La nación tiene una vocación universal, como toda dimensión de la experiencia humana. Nacemos en una determinada tradición, crecemos con una lengua particular y pertenecemos a la historia de un pueblo. Y eso es un gran bien. Pero los pueblos se hacen grandes cuando están abiertos al mundo. Cuando más vivo está un país más se abre.
Esa apertura, ciertamente, tiene que realizarse con un orden. Ciertamente que es necesario ordenar el proceso de mestizaje que domina la historia, ahora acelerado por la globalización. Pero no nos podemos quedar en un cerrado nacionalismo.
