Señor director:


En esas noches en que me envuelve la nostalgia vienen a mi mente los años de mi docencia ejercida en dos zonas rurales de los que atesoro muy buenos recuerdos. Aprendí que esta profesión es un verdadero reto que ayuda a crecer y también a enriquecerse del entorno: maestros y alumnos. Creo que siempre hay un intercambio: damos y recibimos. Maestros, con personalidades distintas y visibles virtudes éticas, morales y espirituales. Niños y adolescentes con esa riqueza innata que traen de sus hogares como la sencillez y el respeto, ejemplos para muchos. Recordar mis compañeras de aquel tiempo de docencia, me llena de orgullo. Ejercer esta gratificante vocación tiene una raíz que la nutre: el amor que fluye de Dios para amar a los niños. Atesoro muchos recuerdos tales como: reunir fondos de nuestro propio peculio para adquirir lo necesario a fin de que no les faltara la "copa de leche'' (cuando no llegaba a tiempo lo necesario para este aporte alimenticio). Catequizarlos para la Primera Comunión y Confirmación, en horas extras. Las que tenían movilidad llegaban a la escuela con alumnos que encontraban en el camino, ya que por allí no pasaba el colectivo. La visita a los hogares era infaltable. Si bien habían hogares carenciados, en ellos se percibía una riqueza imperdible: la esperanza y la alegría. ¡Cómo no recordar a mis colegas y tantos otros docentes rurales, que hicieron y aún hacen de su vocación una fuente inagotable de servicio y de amor. Gracias a todos los docentes que imitando a Jesús, Maestro por excelencia, sembraron la semilla del saber, de los valores morales y espirituales para el engrandecer nuestra Nación y para gloria de Dios.



Dora Z. López de Bustos   DNI 1.887.928.