Movido por su grandeza de hombre de bien, el General San Martín, prefirió renunciar a terminar la Campaña Libertadora. Humildemente se embarcó en la madrugada del 21 de septiembre de 1822 en el Bergantín Belgrano, cediendo los honores a Simón Bolívar, pero fue "herido” por la bajeza de los mediocres, que lo juzgaron de "cobarde”.
Me remito como pruebas de ésto, a la correspondencia que de su puño y letra explícito su accionar:
Carta del 11 de septiembre de 1848 al Mariscal peruano Ramón Castilla: "Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no sólo comprometía mi honor y reputación…Pero este costoso sacrificio…y el de guardar silencio….no está al alcance de todos poder apreciarlos”.
Las falsas interpretaciones, murmuraciones, calumnias, cayeron sobre San Martín. Autores como Mitre, José Pacífico Otero, Enrique de Gandía, explican en profundidad estos momentos tan fuertes, que marcaron la vida del General, llevándolo a alejarse de su querida tierra americana.
Él calló. No respondió. Nos dio su ejemplo.
Esto me sirvió para hacer una breve reflexión en nuestro presente: todos aquellos, que con bajeza, murmuran tergiversando la verdad, sepan, qué cuando se tiene pureza de corazón, se brilla, aunque quieran oscurecerla.
Hoy, podemos ser afectados: recordar ante malas actitudes de terceros. No debemos angustiarnos, "callar”. Lo que sí puedes lograr con constancia, es brillar. Brillar por la sencillez, que transmites en tus gestos, mirada y actitudes.
Al brindarte, sin egoísmos, sin ostentaciones teniendo tu conciencia tranquila, los buenos que te rodean, te distinguirán. Los mediocres, tratarán de "oscurecerte”.
¡Esto se puede! Es lo bueno, ¡Dios nos acompaña!
¡Gracias General Don José de San Martín, por dejarnos, además de la libertad, ejemplos, como esta enseñanza!