Señor director:
En nuestra sociedad no está de moda ni bien visto en algunos ambientes el hablar de virtudes. En su lugar se habla siempre de valores, sea porque son impersonales y, por tanto, menos comprometidos. No conviene mantener indefinidamente los valores en el plano impersonal y abstracto, sino que hay que personalizarlos. Valores y virtudes son conceptos similares, pero no equivalentes. Un valor es un sustantivo sin adjetivo (lealtad, solidaridad, etc.). Sin embargo, se convierte en un valor vivo (una virtud) cuando se puede identificar como adjetivo de una persona concreta: profesor ejemplar, empleado leal, ciudadano solidario. Adquirir de manera personal un valor implica dominio y señorío de sí mismo mediante el uso de la voluntad. Cuando los valores dejan de ser algo externo y teórico para transformarse en principios internos de actuación, adquieren el nombre de virtudes.
Para los griegos antiguos, la educación se basaba en la "areté”. Para Aristóteles significaba excelencia en el cumplimiento acabado de un propósito o de una función. Por medio de la excelencia el hombre accede a la "vida buena”, conforme a la virtud, al tiempo que evita la "buena vida” propia de las personas que viven sólo para disfrutar al máximo del placer momentáneo (Carpe Diem).
Para los latinos, las virtudes (virtutes) significaban modos de conducta estables que nos capacitan tanto para madurar como personas, como para realizar todo tipo de encuentros interpersonales, como se ve, por ejemplo, en la amistad (amicitia).
Domingo Martínez DNI 7.124.659
