Basta detenernos unos minutos para contemplar la realidad que nos rodea y sus consecuencias. Las dificultades que parecen insalvables, la falta de fe y esperanza para encontrar soluciones nos hacen sentir abatidos, y sobre todo, solos frente a tantas contrariedades. Muchas son las razones que se pueden discutir acerca de cuáles son las principales, o sobre responsabilidades que a cada uno le toca. Pero de algo no podemos dudar, que tienen en común ricos y pobres, jóvenes y ancianos, políticos, religiosos, hombres y mujeres, comunes o poderosos: es que al momento de decidir podemos hacerlo a favor nuestro o del prójimo.
Cada persona, sin importar su situación económica, social, familiar, política etc. tiene la posibilidad de actuar considerando a los demás como más importantes, o así mismos de igual manera. Sin duda, esta facultad de elegir, generalmente se ha inculcado por años, a favor nuestro, tanto que ya forma parte de la manera en que vivimos, de un estilo de vida individualista. Es tiempo de un cambio tan profundo como la crisis o falta de valores que nos toca atravesar. Es tiempo de revolucionar convicciones y reordenar seriamente decisiones que no podrían ser las correctas, especialmente en el campo humanitario. De a poco, por medio de la meditación, reflexión, corrección de procederes, tener la capacidad de ver la vida como es y no como está, siguiendo como ejemplo las leyes de Dios, los valores morales, la oración. De esa forma conoceremos cada vez más qué significa compartir, reconocer y actuar respecto de las necesidades de nuestros semejantes.
Debemos impedir que el desinterés ignore lo que esos corazones podrían distinguir con claridad, y por sobre todas las cosas, porque Dios nos ha hecho hermanos. Tengamos horror a cualquier forma de hacer el mal. Pero también tengamos pasión para hacer el bien. Vivamos con amor fraterno, estimando a los demás con solicitud incansable y fervor de espíritu. Consideremos como propias las necesidades ajenas y aliviarlas de acuerdo a nuestras posibilidades. Practiquemos la hospitalidad y hará que transitemos caminos de la vida satisfechos, con dignidad.
