Hace unos días leía a través de Facebook la historia del piloto de helicópteros Walter Gallardo, quien recordaba la odisea que pasó en plena cordillera de los Andes cuando el helicóptero Bell, que utilizaba para abastecer al personal de Hidráulica apostado en uno de los refugios cordilleranos, volcó en un intento de aterrizaje en medio de un furioso temporal. Imagino la desesperación e impotencia de la tripulación cuando el helicóptero quedó de costado semienterrado en la nieve, sin poder moverse y sabiendo que deberían pasar la noche, con temperaturas bajo cero y sin tener la certeza si al día siguiente los buscarían y los encontrarían debido a que la radio no funcionaba.

A muchos años de ese hecho, Gallardo recordaba que ese día, con sus padres vivos y toda la familia pendiente, él estaba en esta misma época sin poder avisar que ¡estaban bien. Con mucho frío, pero vivos!

También recordaba que se aprestaban a pasar la primera noche, acomodados como podían en la parte de atrás de su querido Bell que afortunadamente había volcado, lo que les permitió abrir siempre la puerta a pesar de la nieve que los había tapado completamente.

Otra vivencia fue el motivo de esperanza que tuvieron cuando durante el día escuchaban pasar aviones de la Fuerza Aérea que supuestamente los estaban buscando. El problema eran las nubes que los tapaban. A todo esto no tenían audio en el helicóptero y se enfrentaban a la odisea de sobrevivir con más de 30 grados bajo cero.

Sin duda una situación muy complicada que solo aquellos que han tenido que soportar vivencias extremas como ésta, están en condiciones de comprender en toda su dimensión.

Un hecho vinculado a la historia de los vuelos en la alta cordillera que marcó un antes y un después, ya que a partir de ese momento dejaron de funcionar los refugios habitados por hombres que medían las nevadas en la cordillera para hacer, posteriormente, los pronósticos de los caudales del río San Juan.

 

Por Eduardo Mauricio Quinteros    DNI 14.379.695