Señor director:
Camina casi todos los días junto a mí. Me espera ansioso a la tarde y a la noche. Me observa con una mirada triste y lejana cuando no puedo estar con él. Por las mañana lo siento dormir en el patio de casa y cuando me voy a trabajar abre lentamente sus ojos y nos cruzamos miradas. ¿Qué sentirá… sabrá que me voy? Él disfruta de pasear conmigo, a pesar de que no es totalmente libre. Algo lo hace depender de mí al caminar por una plaza y en la urbe. Sensaciones de un humano que a veces siente que todo no está perdido. Yo y "Teo” mi perro, avanzamos. Estoy seguro que me acompaña en el sentimiento. Caminamos sin saber que nos tiene la vida preparada en la otra esquina. Pero ambos amamos pasar bajo los árboles, mirar el cielo y sentir el canto de los gorriones, el fluir del tránsito que poco a poco se va perdiendo en la noche. Sensaciones de un día más de sentir que lo cotidiano es hermoso.
A veces se aleja de mí, y busca entre el césped el perfume a humedad y libertad "y es allí cuando yo lo acompaño con mi mirada complaciente” y el Teo camina, camina, como sabiendo que alguien lo espera. La noche se desliza lentamente y ahí vamos, la oscuridad de algunas partes del paisaje, no nos asusta porque ambos nos tenemos para caminar uno junto al otro. Que rara amistad y amor entre un perro "Teo” y yo. Casi no nos hablamos, sólo nos miramos y a veces gesticulamos, y así y todo, nos entendemos. El tiempo pasa y esta hermosa rutina de caminar y correr junto a mi amigo Teo, se vuelve un hermoso espacio de libertad y unión.
