Señor director:

Ayer, los argentinos nos despertamos con la noticia de la trágica muerte del deportista olímpico Braian Toledo, cuya especialidad era el lanzamiento de la jabalina. A sus 26 años era una de las grandes esperanzas de conseguir una medalla en los Juegos Olímpicos de Japón. Pero, ese sueño se truncó con su fallecimiento en un accidente vial, cuando viajaba en su moto en la ciudad de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires. De acuerdo al relato de testigos, el atleta de 26 años perdió el control al impactar con un dispositivo reductor de velocidad instalado recién hace cinco días. Los vecinos se quejaron de la altura del lomo de burro, como se le denomina, una de las tantas barreras que hay en las calles. Precisamente en San Juan, estos obstáculos abundan en todos los departamentos del Gran San Juan. Algunos fueron disimulados (pero no quitados), debido a las quejas de los ciudadanos. Pero hay muchos, cientos más distribuidos en calles de barrios, que provocan accidentes y roturas de vehículos. Cuando los instalan están muy bien pintados. Pero esa pintura se sale a las pocas horas. Y, como la iluminación en muchos lugares es pésima, quienes transitan de noche corren serios riesgos de accidentarse. Se supone que las calles no deben tener obstáculos y quienes conducen vehículos conocen las reglas para circular con prudencia. Tampoco hay policías de tránsito que estén atentos a la velocidad de los vehículos, porque no es lo mismo patrullar caminando y observando la circulación de tránsito que andar en un cómodo patrullero. Realmente, los intendentes de la provincia tienen que eliminar estos reductores viales que solo sirven para causar trastornos y hasta la muerte a los conductores.

Rogelio Sánchez   DNI 10.832.396