“Transcurría el mes de marzo del año 2014. Me dirigía a una tienda local a comprar una remera. Me atendió una jovencita muy amable. De inmediato me preguntó si yo padecía del mal de Parkinson. Quedé asombrado. Por lo visto estaba observando mis movimientos involuntarios. Ahí me contó que su padre sobrellevaba la misma dolencia y que estaba buscando conformar una asociación para tener más peso y presencia colectiva en nuestra sociedad. ¡Oh casualidad! Yo estaba buscando lo mismo. Intercambiamos números de teléfono y a una semana de ese encuentro se formó la primera comisión de la asociación. Ocupa ese cargo de socia vitalicia “culpable”, Laurita López, hija de nuestro queridísimo presidente, Miguel Santiago López”.

Así relata Fernando Cerimele, el encuentro que tuvo con la hija de una persona que sufre Parkinson, y a raíz de cual, crearon la asociación que nuclea, aquí en Formosa, ciudad donde me encuentro de visita, a las personas que pasan por esa misma contingencia.

Cerimele ha escrito un pequeño libro que ha titulado “Vivencias”, que es una crónica de su niñez en Mercedes, provincia de Corrientes, entre las cuales incluye aquel relato, que me parece, puede ser de utilidad. “En mi caso particular, dice, soy miembro de la Asociación Civil sin fines de lucro ParkiForm, que nuclea a amigos, familiares y enfermos de Parkinson de Formosa. Como tal, entiendo que mi deseo de escribir poesías es terapéutico, como lo es la música, el baile, el canto o cualquier otra manifestación de arte. Tal vez sea útil para mis compañeros el saber que es posible transitar este camino con alegría y tener mucha fe en nosotros mismos. Que no estamos solos, encomendándonos a Dios”.

Transcribo algunos versos de “La culpable”, que dedicó a la jovencita aquella. “Te escribo Laurita y no soy poeta/para darte gracias por la Asociación/vos lo conseguiste por ser tan inquieta/ que en abril naciera nuestro ParkiForm./ Se ve que ese fuego estaba latente/ el de aunar esfuerzos en una dirección/ y Miguel, tu padre, trajo el combustible/ yo encendí la mecha y arrancó el motor./ Recuerdo la tienda donde me atendiste/a comprar remeras, hacia allí fui yo/vos me preguntaste si hacia gimnasia/ y si yo tenía Parkinson/ Quedé sorprendido, y ahí me contaste/ que Miguel tenía ese mismo mal/ a los quince días ya nos encontramos/ cuando nos juntamos fuimos diez o más./Somos unos cuantos, una gran familia/con quienes vivimos una hermosa amistad/ muchos de los cuales ya no están tan solos/logramos que el sueño se haga realidad”.

Como una botella lanzada al mar, ahí va este correo. Tal vez alguien lo recoja y tal vez prenda una llamita, como aquella que se encendió en Formosa e iluminó a muchos seres que encontraron en el arte, una forma de transitar mejor el camino de sus vidas.