Señor director:

Hace casi 30 años, días después de la muerte de Salvador Dalí, realicé una entrevista exclusiva a Francisco Vergés Bosch, a la sazón máximo responsable del museo Dalí, secretario general del Patronato de la Fundación Gala – Dalí, y patrono vitalicio desde su creación en 1983. Lo había conocido en el momento quizá más difícil para el artista, ya que éste se encontraba internado en la clínica Quirón, de Barcelona, a donde fue trasladado el 28 de noviembre de 1988, para tratarse una "insuficiencia cardiorrespiratoria aguda”. A pesar de ello, días después mejoró, lo que permitió que el 14 de ese mes abandonara la clínica para continuar su convalecencia en su residencia de Torre Galatea, Figueras, Gerona, donde nació. No obstante, tres días antes de la que sería su última Navidad, la de 1988, volvió a ser internado, esta vez en el hospital Figueras, cercano a su casa. Allí los médicos volvían a hablar de gravedad, y con "pronóstico reservado". A pesar de todo lo narrado, siempre tenía momentos de lucidez y leve recuperación, a tal punto que fue trasladado de nuevo a su casa donde finalmente murió el 23 de enero de 1989. Me hubiera gustado conocerlo en todo su esplendor, con su locura andante y, en lo posible en su casa catalana, pero sólo pude saludarlo, comprobar que me miraba e intentaba mover la cabeza como cumplimento. Mi estancia en la habitación de la clínica fue muy breve, ya que estaba impedido el paso. Admirador del arte renacentista, Dalí fue el más famoso de los surrealistas y en la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde estudió desde muy joven, destacó desde el comienzo por un "don especial” para la utilización de las imágenes.