Imposible olvidar. Infancia y adolescencia. Rodillas al suelo para jugar a las "balitas'', no "bolitas'' como le dicen en Buenos Aires. Arrastrarnos para darle impulso a los autitos con plastilinas por el cordón de la vereda. Carreras en bicicletas de pesados rodados por las cuadras vecinas. Fútbol, vóley y demás en la canchita de la Escuela Superior Sarmiento. Tardes interminables y noches confidentes. La "marrasqueta'' recién horneada de "Bailón''. La fruta y verdura con yapa del mercado "Marito''. La carne del "Mercado del Plata''. El carrito rojo lleno de golosinas, bollitos y sánguches de "Cachito''. El corte de pelo de "Don Clavel''. Las trepadas en las montañas de madera del aserradero de "Don Julio''. El botellón de aceite de "Tupelí''. Las comuniones y misas en San Francisco. Las primeras miradas cómplices con las vecinas de siempre. Medianeras que aguantaban nuestras curiosidades. Aquellos asaltos repletos de sueños mientras giraban los "LP'', que eran los discos de pastas "Larga Duración''. Siestas interminables con arcos de árbol a árbol despertando enojos entre los que gozaban de la siesta reparadora. Carnavales repletos de bombitas con esquinas colmadas de autos "quedados'' por carburadores mojados. Guardapolvos blancos y largos llenos de envoltorios de caramelos y chicles. Uniformes con polleritas cortas que alargaban y agrandaban la imaginación. Padres trabajadores y madres presentes. De auténticas comidas caseras. Abuelos confidentes y consejeros. Calles y veredas para jugar formaban el fondo más grande del mundo. 

La esquina de gratos recuerdos en épocas pasadas.

Querer crecer a la par de soñar a lo grande. Primeros intentos de manejar los Chevrolet, los Ford, los Peugeot, los Fiat, los Citroen... Algunos nos mudamos. Otros permanecen. Una buena parte ya partieron. Pero siempre estamos volviendo. A nuestro barrio, a nuestra esquina, a nuestro origen, a la base de todo, a nuestro lugar en el mundo. Así de simple, así de lindo y genial. ¡La vida misma!