Señor director: 


Aún resuena en nuestros oídos el relato de la pasión del Señor, que se escuchó hace varias semanas con motivo del Viernes Santo. Entre los personajes que aparecen en esa historia, uno de los más relevantes es Poncio Pilatos. La imagen que nos ha llegado de él es la de un juez débil e influenciable. Su actitud es más bien la de un hábil político, porque arrancó de las autoridades de Jerusalén una declaración que hubiera sido impensable: el Sanedrín, con el Sumo Sacerdote a la cabeza y apoyado por una multitud, declaró: "¡No tenemos más rey que el César!'' (Jn 19, 5). Seguramente, cuando el procurador romano regresó a Roma recibió cálidas felicitaciones de las autoridades imperiales por este éxito. Sin embargo, para obtener esta rotunda afirmación, tuvo que enviar a la muerte a un inocente. Los cristianos sabemos que no era un simple error judicial, sino que se trataba del Hijo de Dios que se entregaba por nuestra redención. Se puede admitir que Pilatos no sabía esto, pero nada justifica que un juez entregue a los verdugos a un inocente por un rastrero cálculo de poder. Pilatos era un astuto político, pero un juez indigno. A veces, siguiendo los pasos a muchos de nuestros políticos, terminamos pensando en ¿cuántos Pilatos tenemos en pleno siglo XXI en Argentina?


 
Pedro García   DNI 4.524.659