Señor director: 


En los últimos años, parece que el verano se transformó en "infierno". Eso lo escuché de varias personas, haciendo alusión a los calores extremos, acompañado de ese airecito caliente que quema la piel, lo que lo hace del verano, un infierno. Esta situación nos hace recordar a muchos, lo que acontecía hace unos 30 o 40 años atrás. Se trataba de un gran baldío, detrás de la Villa Lourdes, en Rivadavia, donde los bolivianos trabajaron durante años en hornos de ladrillos y todavía no existía el Barrio Aramburu. 


Recuerdo que en esos veranos, a esta altura del mes de enero, los niños salían a jugar a la pelota en el baldío.

Claro, plenas vacaciones, algunas uvas pintando y sólo estaba el placer de jugar. La siesta no era impedimento para hacer los partidos, estrenar el "fobal", es decir, la vieja pelota de cuero Nº5 para darle rienda suelta al juego. 


Hacían unos 35 o 38 grados, pero no estaba esa brisa caliente de estos tiempos. Los niños y adolescentes, jugábamos a la pelota "en cuero". Sí, con el torso desnudo, pantalón vaquero largo y roto, porque no había plata para comprar pantalones cortos, de fútbol. Algunos, en la tierra caliente, hasta se animaban a jugar descalzos.

 
Eran tiempos en los que el sol y el calor no eran impedimentos para disfrutar de los juegos infantiles en ese ranking que encabezaba el fútbol, luego "la guerra", emulando a la serie "Combate" y por último, los "coboy", cuando muchos querían ser Gary Cooper en esos baldíos con lomas de tierra, escombros y yuyos. Sí, los calores, el "solazo" pegaba fuerte, pero no tanto como ahora.