Señor director:


El fatídico 25 de enero de 2018, mi vida cambió en un segundo, para siempre. A mi hijo mayor, con tan sólo 25 años de edad, familiero, alegre, trabajador, estudioso, con muchos proyectos que cumplir, le fue arrebatada su vida en un accidente de tránsito. En ese momento iba acompañado por otras tres personas, uno de ellos con sexo indefinido, quien por motivos que aún desconocemos, lo empezó a agredir, tomándole el volante. Esto provocó que hiciera una mala maniobra, dando un vuelco. Mi hijo salió despedido del vehículo y falleció en el acto. Los demás ocupantes salieron ilesos. Hoy pido justicia por mi hijo. Que esto no quede impune. Ha pasado 1 año y 5 meses. Tengo un dolor desgarrador. Soy una mamá desesperada. No puede ser que esta persona esté libre y siga haciendo daño. Nadie se merece pasar por el dolor infinito que esta tragedia provocó en toda la familia: padres, hermano, abuelos, tíos, primos y sobrinos.