Una pregunta que todos los argentinos tendríamos que formularnos es en qué rincón oscuro hemos abandonado las tradiciones; el amor a los símbolos patrios; el recuerdo a nuestros próceres; el cancionero criollo; las costumbres hogareñas que darían savia nueva a las generaciones actuales influenciadas marcadamente por las huellas extranjeras y a las futuras, a las que hay que preparar para conservar el acervo nativo.

Para algunos innovadores la tradición no es la bandera, la guitarra, las empanadas ni el locro. Es cierto, es sólo el aspecto formal de un sentimiento que debe nacer desde lo más hondo de la argentinidad; debe formarse en el hogar y en la escuela; debe proyectarse en la sociedad toda, de la mano de cada uno de sus integrantes desde la fábrica, desde los comercios, desde el campo, desde la esfera de la educación, la ciencia y la técnica.

Porque decir tradición es decir identidad nacional más allá de la publicidad que nos define como "marca país".

Cuando un 10 de noviembre nació José Hernández, el autor del "Martín Fierro", no imaginó que escribiría la inmortal obra y que por su transcendencia literaria al fallecer muchos años después, seria declarada esa fecha "Día de la Tradición".

Evocar lo tradicional no debe convertirse nunca en la rutina de un pueblo, sino que debe incorporar nuevas voces y renovadas iniciativas culturales pero abrevar en las mismas raíces que vienen desde la historia de este pueblo esforzado y valiente que levanta la bandera del trabajo para perseverar en su destino pero… ¿Podemos definir la tradición?. No, debemos encontrarla y hacerla perdurar en cada niño, en cada joven, en cada adulto. Porque allí late la lágrima primera; el pie sobre el terruño, pisando tierra firme con los ojos en el mar, gaviota en vuelo; con las serranías verdes; con el río vibrando cristalino, serpenteante por el alma de los que se fueron, entregando la sangre gaucha mezclados con la sangre india. Con los que están, con los que se reúnen para recordar, para respetar, para dar brillo a cada fecha en la que la memoria nos dice su mejor palabra: tradición.