Grandes calabazas vacías e iluminadas en su interior, como si fueran calaveras, esqueletos y sombrías figuras encapuchadas. Todo esto es Halloween, una moda, una fiesta, una nueva costumbre que se ha impuesto en los últimos años, gracias en parte a la persuasión del cine y la televisión. La fiesta de Halloween se ha introducido incluso en las escuelas de países en los que hace tan sólo unos años se desconocía. En muchos centros escolares, desde la escuela primaria a la superior, los profesores organizan la fiesta junto a los alumnos, con juegos y dibujos.
Hay quien ve en Halloween un retorno a formas de "paganismo" y quien en cambio ve un rito folclórico y de consumismo, una especie de inocuo carnaval fuera de temporada. El hecho es que nadie recuerda, no sólo entre los niños y jóvenes y a nivel mediático popular, la festividad cristiana a la que Halloween está suplantando: la de Todos los Santos. El 1 de noviembre se ha confundido con la conmemoración de los Fieles Difuntos, que cae en realidad al día siguiente. El nombre Halloween es la deformación norteamericana del término, en el inglés de Irlanda, "All Hollows’ Eve": Vigilia de Todos los Santos. Esta antiquísima fiesta llegó a Estados Unidos junto con los emigrantes irlandeses y allí echó raíces para sufrir recientemente una radical transformación. Sin embargo el Halloween que hoy se celebra muy poco tiene que ver con los celtas, y menos aún con la fe cristiana. Es un fenómeno completamente estadounidense.
De las pantallas de Hollywood la moda de Halloween llegó así desde hace algunos años a la vieja Europa y a otras partes del mundo. Tras Halloween está una de las más antiguas fiestas sagradas de Occidente: una fiesta que ha atravesado los siglos, con usos y costumbres que en el tiempo se han ido redefiniendo, pero que han conservado el mismo significado. Sus orígenes, el significado de los símbolos, son sin embargo desconocidos para la mayoría. Halloween no es más que la última versión, secularizada, de una ortodoxa fiesta católica, y surge la pregunta de cómo ha podido suceder que una tradición plurisecular cristiana se haya convertido en la actual carnavalada del terror.
En su actual versión secularizada, se ha tratado de descartar el sentido católico de la solemnidad de "Todos los Santos", manteniendo en Halloween el aspecto lúgubre del más allá, con los fantasmas, los muertos que se alzan de las tumbas, las almas perdidas que atormentan a los que en vida les hicieron daño: un aspecto que se intenta exorcizar con las máscaras y las bromas. Obviamente, el viejo y el nuevo continente no podían permanecer mucho tiempo sin adoptar el nuevo "culto". De hecho vemos difundirse cada vez más entre nosotros Halloween con su cortejo de artículos de consumo más o menos macabros: calaveras, esqueletos, y brujas, que no se propone como una forma de neopaganismo, ni como un culto esotérico, sino simplemente como una parodia de la religiosidad cristiana auténtica, con fines preferentemente consumistas: vender productos de carnaval.
Halloween se propone comercialmente como una fiesta joven, divertida, diferente, "transgresiva"; uno se disfraza de fantasma, bruja o zombi para ir a bailar a alguna fiesta. Es importante conocer y saber valorar bien sus raíces culturales, y también las implicaciones esotéricas que se han superpuesto ambiguamente a esta fecha. El mundo de lo oculto la define así: "es la fiesta más importante para los seguidores de Satanás". La fecha de una importante celebración de cultura celta antes y de la cristiana después ha pasado a formar parte del calendario del esoterismo.
En mi opinión se puede y se debe hacer fiesta. El 1 de noviembre, que fue el Año Nuevo celta y luego Todos los Santos, es una festividad extraordinaria para los cristianos, y no vale la pena dejarla en manos de charlatanes y ocultistas. No hay que tener miedo del Halloween paganizado, y por esto hay que conocerlo bien. Halloween, de todas formas, no se puede ignorar, y forma parte ya del escenario de nuestros tiempos. ¿Qué hacer por tanto? Educadores y familias deberían movilizarse contra la falta de educación, de buen gusto, contra la profanación del misterio de la muerte y de la vida tras la muerte, pero no es fácil ir contra corriente, desafiar las modas imperantes. Entonces se puede hacer fiesta en Halloween, recordando lo que este día ha significado durante siglos y lo que sigue testimoniando.
Hay que salvar Halloween, dándole todo su antiguo significado, liberando esta fiesta de la dimensión puramente consumista y comercial y sobre todo extirpando la pátina de ocultismo sombrío del que ha sido revestida. Por tanto, aconsejaría organizar la fiesta y explicar claramente que se está festejando a los santos que han hecho de sus vidas una obra de arte, y a los muertos en modo positivo, para que los niños sean educados en una visión de la muerte como un acontecimiento humano, natural, del que no hay que tener miedo.
