No voy a dar la época, para evitar dolores, aunque hablaré de un tema que nos aflige recurrentemente.

Una mañana nos llama Rony Vargas para comunicarnos que se radica en Argentina Parnasso Record, uno de los sellos grabadores más importantes del mundo. Quien será su Director Artístico le había pedido consejo para incorporar a los primeros intérpretes argentinos, y él nos había recomendado junto a otros prominentes artistas.

Viajamos a grabar en el principal estudio del país, con los guitarristas: Villavicencio, Barrera, Pedrito Gómez y Pocho Peralta y un gran respaldo económico de la grabadora. Se editó un Larga Duración y, a la par, un Simple con 2 temas a difundir en Japón. Luego al sello se incorporó otro grupo de San Juan, el conjunto "Ariel” que dirigía el maestro Hermes Vieyra. Fue un gran sueño, pero efímero; al poco tiempo la grabadora se fue de Argentina, desilusionada con el trato que se le dio y la situación económica del país.

Una historia repetida. Recuerdo por aquellos tiempos un gran libro del periodista, Alfredo Grassi: "Me tenés podrido, Argentina”, que reflejaba la absurda frustración permanente, los desencuentros políticos y sociales, aquel "dolor de ya no ser”, del tango de Gardel y Le Pera. Cuando parece que el barco se endereza, las convulsiones sociales ganan los espacios de la vida razonable, los enfrentamientos entre hermanos sustituyen el discenso, y la aparición de los recurrentes "salvadores de la Patria” posterga los grandes acuerdos nacionales. ¿Qué nos ha pasado, Argentina, que no somos capaces de sumar; que la construcción en común es una utopía, que no podemos decirnos las cosas en la cara sin ofendernos, sin entendernos o sentirnos enemigos? Esa "herida absurda” (que también acuñó el tango), nos tiñe las manos de impotencia. Países de Latinoamérica mucho más humildes que nosotros parecen haber encontrado el camino que se nos niega. Una profunda tristeza suele acomodarnos a menudo en el rincón de los naufragios, a llorar las pérdidas y volver a rejuntar marchitas ilusiones. A la gloriosa historia que supimos conseguir se la sigue bastardeando. El país que nació crucificado por las guerras, que superó divisiones que parecían insuperables y fue ejemplo en el mundo, muestra su rostro menos favorable y retrocede hasta sus orígenes de batallas fratricidas. Estoy triste, y veo que también esa niebla se refleja en los ojos de muchos otros. No obstante, no hay que bajar los brazos. A pesar de tantos dolores absurdos, nadie nos puede quitar la propiedad de nuestro destino.

(*) Abogado, escritor, compositor, intérprete.