Hay varias generaciones de ciudadanos que no habían nacido hace 20 años y que ya pueden votar. Muchas más que fueron testigos de la última hiperinflación que, en definitiva, fue el antecedente de la historia del corralito. Nuestro país sufrió tres hiperinflaciones entre los años 1989 y 1991. La hiperinflación es un fenómeno desesperado en que los precios suben en la tarde respecto de la mañana al punto que no alcanza la impresión de billetes para satisfacer la demanda de cantidad y estos van cambiando de valor con tal velocidad que cada tanto hace falta poner un sello al valor nominal agregando uno o varios ceros para que un mismo billete tenga un valor superior, de 10 a 100, de 100 a 1.000 y sucesivamente.

Sí, eso se vivió y varias veces. Los sueldos se comenzaron a pagar en quincena en lugar de la liquidación mensual porque, de lo contrario, perdían gran parte de su valor. Los que poseían un bien, se tratara de mueble o inmueble, se esforzaban por conservarlo, dado que después no podrían recuperarlo. Los comerciantes, a la llegada de su proveedor, debían pagar más de la cifra por la cual habían vendido y ni qué decir los propietarios de un terreno o una casa, salvo que esa operación se hiciera en moneda extranjera. Así como hoy tenemos una inflación mensual igual a la que la mayoría de los países tienen en un año, 3; 3,5%, esa variación llegaba a ser diaria a punto tal que comerciantes responsables, muchos de ellos de productos perecederos, debían reunirse cada mañana para estudiar y proyectar cuál podría ser el precio para ese día. Pérdida total de precios relativos de modo que a veces un par de zapatos podía costar lo mismo que una bicicleta o un lavarropas menos que un corte de pelo. Los precios no dependían de otra cosa que de la necesidad del vendedor, tengo un vencimiento y debo salir a reventar algo para pagar. Los comerciantes debían girar por anticipado los cheques a sus proveedores, quienes enviarían los productos no al precio que decía el cheque sino al que hubiera en el momento del envío. Un vecino, cirujano angioplasta en agudo, es decir, quienes te sacan de un infarto en medio del infarto, amasaba pan para sus hijos. En cierta ocasión llegaba yo del trabajo y me preguntó cómo calculaba que estarían los precios para el otro día y al recibir la respuesta llamó a su esposa, se metió la mano al bolsillo y le pidió que fuera al mercadito del barrio a comprar lo que fuera, lo necesitara o no, para no perder esa plata. Otra vez, visitando a un pariente pequeño comerciante un domingo a la tarde, llegó una niña a comprar leche y el padre encargó la operación a su hija. Cuando la joven vendedora volvió el padre preguntó: "¿Cuánto le cobraste? 30, pero si vale 10, bueno por si sube". Un descalabro total que en algún momento terminó con asaltos espontáneos a supermercados. Fue designado ministro de Economía Domingo Cavallo y en una jugada muy arriesgada lanzó, con el apoyo del presidente Menem, el sistema llamado "Convertibilidad". Nada nuevo en realidad, antes era todo así, para emitir moneda había que tener el respaldo correspondiente en oro. El patrón oro se había eliminado dos décadas antes y toda moneda circulante pasó a ser fiduciaria, es decir, dependiente de la confianza en quienes firmaran los billetes, sin respaldo en nada. Nuestro país, como los alcohólicos que no pueden beber una gota ni para un brindis, decidió clavar los frenos a la emisión y hacerlo sólo contra respaldo en equivalencia uno a uno con el dólar partiendo de las reservas en oro que se poseían en la Reserva Federal de USA y por supuesto en la futuras exportaciones.

La cosa funcionó casi 10 años sin que en ese lapso se corrigieran los problemas de fondo de la economía, dos principales, el déficit fiscal y la falta de productividad. Se fue acumulando presión, la Argentina empezó a estar barata para la importación y sin renta para las exportaciones. El crédito suplantó durante un tiempo ese vacío, si ahora no había inflación cualquier cosa se podría comprar con cuotas muy bajas por mucho tiempo, total, el vendedor recibiría el mismo monto aunque fuera tres o cuatro años después. Todo bien hasta que empezó a aparecer la desmonetización. Del país salían más dólares de los que entraban y como no se podía emitir más que los dólares que estaban en el Banco Central con el cambio uno a uno, comenzaron a faltar billetes para las transacciones. En aquella época no existía suficiente dinero bancario, como se denomina al dinero virtual, el débito, las tarjetas de crédito, los cheques, los Códigos QR, Mercado Pago o las diferentes opciones que son lo mismo, es decir, nos manejábamos casi siempre con efectivo. No hay banco del mundo que tenga en su poder ni lo ha tenido nunca, todo el dinero físico que llevaron los depositantes. Veamos: yo integro un plazo fijo a 30 días y el banco lo presta a 36 meses. Si yo retiro a los 30 días, el banco me da los billetes que depositó otro porque el dinero es fungible. Imaginen si todos quieren retirar sus depósitos a la vez y en todos los bancos. No está la plata, no hay manera, los bancos la tienen prestada a plazos más largos que es la finalidad de los bancos, prestar al que pide lo que a un depositante le sobró y lo puso como ahorro. Si uno agrega la falta de confianza en un gobierno que es el que firma los billetes y ese gobierno no tiene la facultad de imprimir billetes (ahora sí que la tiene y en exceso) nos encontramos en un callejón sin salida. Así nació el corralito, la dosificación de la extracción de dinero-billete por semana en cada cuenta, en primer momento 250 pesos-dólares (era lo mismo por la convertibilidad) lo que provocó la indignación de los ahorristas que siempre pensaron, creo que hasta ahora, que el banco guarda los mismos billetes que entregó en una caja fuerte esperando que los vaya a retirar. Se sumó, casi igual que ahora, la debilidad política del gobierno de una alianza que no se ponía de acuerdo en los remedios. No faltan quienes, con mala fe, distribuyen la idea de que esto podría volver a pasar. Es absurdo, el Central no tiene límite como tenía en aquél momento, para emitir dinero y ahora circula con gran popularidad el dinero bancario. Las recientes medidas han conducido a que alguna gente retire sus depósitos en dólares, innecesario porque estos están respaldados al haber sido prestados a deudores que recaudan en dólares, como son los exportadores. ¿Podría un gobierno sediento de reservas echar mano a los encajes que no son otra cosas que la garantía de los depósitos en dólares? No debería pero podría, no obstante quedan por jugar muchas cartas antes de tener que llegar a ese extremo, por ejemplo el acuerdo con el FMI. El corralito, un mal recuerdo pero que también ocurrió años atrás con los euros que no podían salir de la zona más que en cierta medida. Los gobiernos tienen tres políticas para ejecutar: Cambiaria, Fiscal y Monetaria. En aquel momento, por las razones expuestas, nuestro país se privó de dos, Cambiaria con el uno a uno y Monetaria al no poder emitir, le quedaba únicamente subir o bajar los impuestos. Ahora, mal o bien, tiene las tres.