Nunca nadie podrá afirmar que la calidad de una democracia es directamente proporcional a la cantidad de veces que uno vota.
No, es mentira que a más oportunidades de sufragio el sistema se vuelve más virtuoso, porque hay casos en los que el voto es el único momento en que se puede elegir un camino, mientras que el resto de los días -los 364 restantes del año- el paisaje no consigue ni siquiera maquillar a las dictaduras cotidianas. Hay hasta casos en los que una votación representa una parodia cruel de la participación democrática, como la pantomima de reciente naufragio en el Peronismo Federal entre Duhalde y Rodríguez Saá.
En cambio, sí se puede sostener que la repetición eleccionaria ayuda a afirmar los cimientos democráticos, reconforta el alma indómita de los rebeldes y sofoca a los que proclaman causas de aspecto noble y de respaldo nulo.
Pocos recuerdos existen en San Juan de alguna ocasión en que se hayan encadenado tres elecciones consecutivas en mismo año, como lo hace en este agitado 2011. Más bien ninguno, ni en el Paleozoico predictadura asolado por golpes institucionales lo suficientemente periódicos como para cortar cualquier brote democrático, ni en los tiempos post "70 de comicios asegurados cada dos años.
Este año el almanaque muestra una convocatoria obligatoria amplia. Que empieza el próximo domingo -el 8 de mayo- con la fecha agregada por la provincia dentro del mapa nacional: la convocatoria a plebiscito para que la gente vote Si o vote No por la enmienda que permitiría a José Luis Gioja presentarse a un nuevo período.
Que seguirá el 14 de agosto para las internas abiertas y obligatorias, tanto para los cargos nacionales -presidente, senadores o diputados- como para los provinciales, como gobernador o intendente. Y que es un paso obligado para los aspirantes a cualquier cargo electivo: el que no se presente a la interna abierta, no podrá luego ser candidato a nada.
Y que podrá concluir con la cita estelar del año, el 23 de octubre, cuando quedarán consagradas las autoridades nacionales, provinciales y municipales para los próximos 4 años, a excepción de senadores que serán por 6.
Lo de podrá se entiende porque existe muy firme la posibilidad de que exista un cuarto llamando a las urnas obligatorio para todos: un eventual balotaje dos semanas después para definir quién será el futuro presidente de la Nación.
Y eso que hubo dos citas suspendidas, voluntarias es cierto, pero portadoras de toda la iconografía propia de una pulseada electoral. La interna abierta radical que en todo el país iría a definir mañana al pre-presidencial (una especie de engendro para llegar con candidato único a la interna abierta y no desgastarse en agosto) entre Alfonsín y Sanz, y la interna abierta entre los peronistas federales como el sistema norteamericano de regiones y que tocaba en San Juan el 22 de Mayo, antes de que estallara todo por el aire y se produjera una fractura entre el puntano Alberto y el ex presidente Duhalde, ahora ambos presidenciales sin las marquesinas de la pseudo prolijidad.
Ejemplos, ambos, de las consecuencias por pasarse de rosca y mantener la desconfianza extrema en un proceso institucional como la interna abierta, que para eso está y les hubiera solucionado el problema.
Si a ese tablero se le suma una nutrida oferta de citas a todo o nada en las provincias que adelantan sus elecciones, encontraremos un país dominado este año al límite de lo tolerable: lo más atractivo estará en Capital el 10 de julio, en Córdoba el 7 de agosto y en Santa Fe el 24 de julio. Pero vamos a San Juan, donde las tres citas confirmadas prometen sensaciones diferentes:
– La primera, dentro de una semana, será un evento condicionante para todo lo que vendrá: no será lo mismo el recambio de octubre con José Luis Gioja en la grilla que sin él, como tampoco lo será la campaña.
Allí puede entenderse el porqué de tanto agite, para un plebiscito que propone enmendar la Constitución, sin más: ¿existe un fervor constitucional en la gente capaz de generar pasiones desenfrenadas como parecen existir hoy? Rotundamente no. Bajo la carcaza de una supuesta protección jurídica, el clásico que se juega es dejar o sacar a José Luis Gioja de la cancha para octubre.
Nunca hubo en San Juan una cita como esta, sencillamente porque nunca fue propuesta una enmienda constitucional, más allá de que sea un resorte constitucional -la repetición es adrede- desde 1986, cuando se reformó la Constitución (la reforma es un proceso más profundo que la enmienda porque abarca a muchos artículos) bajo predominio radical.
Por eso es que resulta un paisaje atípico la cita que abrirá el calendario sanjuanino. Pero más allá de esos bordes institucionales, lo que agrega es la colisión entre hermanos que puso una dosis de morbo a un elección que, de lo contrario, hubiera resultado aburrida.
Pero por sorpresa, se convirtió en portadora del paisaje completo de cualquier elección determinante, de esas en las que hay mucho en juego, como los cargos públicos. Y aquí, efectivamente, hay muchas más cosas en juego que los conchabos estatales: sin ir más lejos, en qué manos queda el poder. Que aunque no figuren sus nombres en las boletas donde sólo habrá un monosílabo -Si y No- todos saben el significado de una y otra acción y conocen también que se trata de una decisión terminante.
– Luego vendrá el día de las internas abiertas y obligatorias, también un debut electoral a nivel nacional como el plebiscito sanjuanino. Y lo más curioso es que se trata de un paso intermedio diseñado para que la gente puede definir a los candidatos de cada partido, y que en su debut absoluto llegará vacío de contenido.
Este sistema supone un paso adelante en la presunción democrática: ya no sólo elegir a quiénes ocuparán los cargos sino también a quiénes serán los aspirantes a hacerlo. Pero por lo que se ve hasta ahora, podrá ocurrir la fenomenal frustración de que nadie llegue a agosto con algo para definir, sino con el panorama más bien resuelto, con lo cual la primera interna abierta obligatoria en el país habrá sido un trámite burocrático sin sentido con cargo para el ciudadano, que es quien deberá dedicar un día en esa parálisis.
En el plano provincial, el casillero oficialista quedará ocupado firmemente si Gioja atraviesa la instancia del plebiscito, y habrá que ver si alguien se decide a ponerse enfrente (¿lo hará César?). En el de la oposición, habrá una negociación que seguramente dejará las cosas acordadas antes de agosto. Y las colectoras (¿César?) no tienen interna abierta. Poca emoción entonces.
En el plano nacional, lo mismo. Si Cristina decide ser candidata, seguramente no encontrará en su agrupación política -el Frente para la Victoria- a nadie enfrente en agosto. Por la oposición, tampoco: en los radicales ya quedó Alfonsín y del PF quedó una estampida, con cada uno por su lado.
– Al final queda el Día D, las generales del 23 de octubre, el día que terminará la seguidilla de comicios con la la elección de todas las nuevas autoridades. Pero puede ocurrir lo mismo: falta de emociones, ante la posibilidad de llegar allí con muchas cosas resueltas.
Será el epílogo para un año político demasiado largo. Se entiende el entusiasmo por resolver en el plano democrático. Se entiende también el fastidio de los que ven una elección y lloran. Es que dan ganas llorar los usos prebendarios de los recursos públicos cada vez que se convoca a la gente a las urnas. Pero es el mal menor.