"Nuestra voz, como la de los niños por nacer, nunca es escuchada" y "son otras mujeres a quienes nadie les dio representatividad, las que ahogan nuestras verdaderas posiciones sobre el derecho a la vida". Fueron las duras palabras de un grupo de mujeres de villas en una carta dirigida al Papa (https://www.aica.org /noticia-mujeres-de-las-villas-escriben-al-papa-por-el-proyecto-de-aborto).


De esta manera reflejan, sin tapujos, el rechazo al estereotipo social que recae sobre ellas. La misiva apareció tres días después que el Presidente anunciara el envío al Congreso del Proyecto sobre el aborto. Con tono enfático señalan el uso político que se hace del aborto cuando se presenta como opción para las mujeres pobres. La carta expresa también su decepción ante la actitud de algunos profesionales de los centros de salud en las villas, cuando las tildan de irresponsables por traer otro hijo al mundo. Estereotipo y paternalismo, el binomio que impide oír sus voces.

Es tanto el compromiso con la ideología que llegan al límite de la contradicción, al desoír el reclamo de las mujeres que declaman proteger.

Paternalismo que también asume el Estado cuando pretende erigirse en "pater" de las mujeres pobres. Muchas de ellas sienten que el aborto les es ofrecido como un método anticonceptivo más, sin escuchar sus creencias sobre el valor de la maternidad. Cuánto resabio paternalista queda aún hacia las mujeres, especialmente las más vulnerables. De nada sirven crear superestructuras burocráticas destinadas y dirigidas por mujeres, sí quienes las dirigen, más allá del género, piensan y deciden con esquemas mentales más cercanos a estereotipos que a criterios de equidad. Estereotipos que proceden de la discriminación hacia las mujeres pobres y un total desconocimiento de cómo viven y sienten la maternidad. ¿Qué es sino un estereotipo social y de género, asumir que las mujeres pobres nunca podrán tomar decisiones autónomas sobre su maternidad? Pensar que todo se soluciona repartiendo preservativos y panfletos de cómo acceder a un aborto seguro, es un reduccionismo fruto de estereotipos sociales que ven a nuestras mujeres vulnerables como "fábrica de pobres". Así lo expresan en la carta.


¿Qué es sino un estereotipo social y un paternalismo inaceptable impedirle conocer a una embarazada en riesgo de aborto, que existen otras opciones para ella y su bebé? El proyecto es claro en ese sentido. Cualquier información que le brinde el personal de la salud, sobre la existencia del proyecto de "cuidado", o la posibilidad de darlo en adopción, podría ser considerado como acción que busque dilatar, obstaculizar o negar el aborto (art.14). Acciones que les pueden aparejar serias consecuencias penales.


Hago aquí un punto de inflexión. La desinformación restringe la autonomía. ¿Cómo podrán decidir si desconocen sus opciones? "La libertad es total o no es libertad", enseñaba el filósofo francés Roger Verneaux (Filosofía del Hombre, Herder, 1970). Se trata de la libertad de la decisión, esencial para que el acto sea voluntario. Todos los días experimentamos esta capacidad de elegir una alternativa de entre varias. De esta experiencia sabemos que dos cosas son necesarias: conocer nuestras opciones y estar exento de toda coacción. Me tomo la licencia de esta brevísima explicación para señalar, a mi entender, el punto más cuestionable del proyecto de ley: el aborto como única opción real. Sí bien es cierto que el proyecto del aborto se presentó junto al de los 1.000 días para el cuidado de mujeres que optaren por continuar su embarazo, no es menos cierto que se trata de una opción meramente declarativa. ¿Qué otra lectura puede hacerse de cláusulas tan claras como la del art. 5º, que establece la obligación del personal de salud de suministrar información sobre el aborto sin que exista una similar en el proyecto del "cuidado"? Pero lo más llamativo es que la pretendida ayuda que prevé dicha ley, sólo puede informarse a partir de la semana 12, cuando quizás ya sea tarde. La verdad es que no habrá dos opciones, sólo habrá una: acceder al aborto. El Estado "pater" así lo ha decidido.

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo