El proyecto de ley que promueve quitar al aborto de la categoría de delito calificado por ser un filicidio, es decir, homicidio o femicidio provocado intencional y premeditadamente por la propia progenitora o madre, se encuentra en una situación no prevista por sus mentores. De conseguirse el 29 la media sanción restante del Senado, podría ser el primer y único “éxito” político o la primera concreción de las generosas promesas de Alberto al comienzo de la gestión. No obstante para eso se deben dar varias condiciones: 1) Que no quede la votación a tiro de una necesidad de desempate en manos de Cristina, en cuyo caso el protagonismo cambiaría de persona. 2) Que la oposición de Juntos por el Cambio cometa la ingenuidad de proveerle ese trofeo garantizando el quórum de la sesión y, en un escenario ideal, votando a favor. Cuando un proyecto viene desde el Ejecutivo, es tradición que el oficialismo deba garantizar el quórum. 3) Que la votación termine positiva. El punto 2 es muy importante porque hay una diferencia grande entre la forma en que se trabajó el aborto en 2018 y ahora. En 2018, Macri solo habilitó el tratamiento de una cuestión que ya tenía varias iniciativas en el Congreso. No tomó posición previa en el sentido político (no hablamos de su posición personal) dejando a los aliados y militantes del PRO en libertad de acción. De esa manera, cualquiera fuese el final no se hubiera justificado la calificación de triunfo o fracaso, de hecho no ocurrió, tenía además una Vice Presidente, Gabriel Michetti, que francamente estaba en contra y lo hacía público. Como se sabe, aquél proyecto no prosperó. Esta vez, Alberto Fernández hizo campaña con el aborto y apenas asumió puso su firma al proyecto desde el Poder Ejecutivo, es decir, se hizo responsable de asumir tanto los frutos de una aprobación como los costos de un eventual fracaso, algo que no había pasado en la gestión Macri. Juntos por el Cambio se ve ahora ante la oportunidad de no tratar la cuestión desde la perspectiva de los principios, aborto sí - aborto no, sino desde la visión de la necesidad política. Tal vez sea por eso que pretende estirar los plazos con una nueva bajada a Diputados para que pase al año que viene en el que habrá competencia electoral y todo se comenzará a filtrar con ese cristal. Alberto ha levantado tan alta la bandera propia en este tema que ha dejado sin espacio alguna justificación del bando opositor. Si se aprueba la ley, la oposición quedará mal con todos, con quienes los votaron que tenderán a ver la conducta como una claudicación y con los pañuelos verdes que saldrán a bendecir al gobierno. Juntos por el Cambio, no tendrá nada para ganar y mucho para perder. Hasta el momento, pareciera ser que el balance de números obligaría a contar con votos de algunos opositores por no ser suficientes los propios que tampoco serán todos porque algunos, como los senadores de San Juan, ya se expresaron en 2018. En todo caso se podrá gestionar alguna ausencia como los viajes de Juan Carlos Gioja y Marina Riofrío cuando la ley de matrimonio igualitario o alguna abstención, pero difícil conseguir la vuelta del panqueque en un tema tan delicado. Los movimientos del Ejecutivo son desesperados tratando de llegar al número mágico de 37 voluntades, el problema es que, a diferencia de otros años, esta vez no hay mucho para repartir aunque puede que tesorería prometa sentarse sobre algunos fondos en un año que se imagina difícil para ciertas provincias. Se asegura que el propio Presidente está hablando con algunos gobernadores aunque se desconoce el tono porque, como se sabe, no tiene seguidores propios en el partido, ni siquiera en el gabinete. Decidido a ponerse por sí sólo sogas al cuello, está empecinado en sacar esta ley cuya razonabilidad hace rato que ha sido descartada tanto por los argumentos como por la oportunidad. En la cuestión de la vacuna, ha anunciado fechas de entrega sabiendo que esos tiempos no los maneja él, algo que han evitado los principales líderes del mundo conocedores de la ansiedad que provoca el supuesto de una pronta salida de las crisis sanitaria y económica. En Chile, sin ir más lejos, la llegada de los embarques con la biología salvadora es un secreto de Estado. Hay tantas variables en juego que cualquiera de ellas se puede modificar, vuelos, frío, almacenamiento, distribución, logística general, personal capacitado, autorizaciones, se requiere una organización tan grande que será compleja de manejar aun teniendo la materia prima. Anunciar una fecha es lo último que suele hacer un político con calle, a uno de ellos le escuché decir “nunca hay que decir que no, pero tampoco hay que decir cuándo”. Alberto no tiene calle pero se supone que debería tener al lado alguien con suficiente experiencia aunque sea para ayudarle de vez en cuando. La percepción resultado de los testimonios consultados, es que todos creen que una vez que aterrice el avión de Aerolíneas se terminan los problemas y la verdad es que no será así. Aun funcionando todo bien, hará falta mucho tiempo para verificar en el campo una eficacia que por ahora es sólo teórica, sobre la duración de la eventual inmunización no habrá certeza hasta que haya pasado suficiente tiempo para comprobar que los vacunados no se vuelven a contagiar. Es fácil entender el origen de las ojeras del Presidente, la pandemia llegó inesperada e inevitable, eso no se puede negar, fue una desgracia, pero lo del empecinamiento del aborto es una creación propia, no atribuible a ningún agente externo. Aun aprobándose se sabe también que la opinión pública está mayoritariamente en contra, en San Juan ni qué decir. Una de las virtudes del político es saber tejer, mantas para cubrir o bufandas para ahorcar. La metáfora es perfecta, no se aconseja que alguien teja para ahogarse a sí mismo. La sesión en el Senado ya está convocada para el martes a las 16 horas, lo que no se puede es anticipar un resultado.