Las medidas que se tomen contra la inseguridad no deben afectar ni la conciencia privada ni la pública, para no generar situaciones opuestas a los ideales del ciudadano común que examina con excepcional agudeza todo lo que pasa a su alrededor. Para vivir en medio de complicaciones inesperadas se necesita de la generosidad de los acontecimientos y analizar la realidad de cada situación.
Las amenazas pasaron a ser un juego de ruleta en comunidades que siempre vivieron tranquilas. Se impone tratar de comprender los problemas de manera impostergable, para poder ubicarse mejor en el contexto social, aunque hay hechos realmente incomprensibles.
Y lo que más llama la atención tiene que ver con la conducta de chicos que empuñan armas y atentan contra la vida y los bienes para luego darse alegremente a la fuga como si nada hubieran hecho. Esto requiere verificar situaciones, tratar de entender esas inconductas para poder hacer después un correcto análisis de los acontecimientos ya que nada debe ser pasado por alto. Quienes estudian una salida a esta crisis que nos agobia deben examinar todas las posibilidades, incluso las que nunca tuvieron en cuenta para actuar en consecuencia. Lamentablemente esta nueva veta de la conducta colectiva la muestra la crónica policial.
La gente ya no sabe cómo cuidarse y se recurre a nuevas rutinas, como no hacer todos los días el mismo recorrido para volver a casa, pero ya ni eso alcanza porque la delincuencia adopta nuevas estrategias y las implementa sin piedad. El porcentaje de delitos diarios ha subido escandalosamente y no se observan frenos a esa conducta que viola las formas de vida y la esperanza que los seres humanos pueden y deben tener con respecto a su propia existencia. Es impostergable hablar con la juventud -aunque no quiera escuchar a nadie-, replantear viejas posiciones para buscar una forma de aplacar la violencia desmedida, sin pensar en consecuencia alguna.
Hay que llamar al joven a la reflexión por distintas vías para que pueda comenzar a desterrar la indiferencia que los aqueja con respecto a los demás, a la sociedad y a la vida que comparten, pero que ellos la sienten sólo individualmente. Hay mucho por hacer para que los jóvenes empiecen a replantearse la vida de otra manera, más justa y positiva.
