Puede que sea el único caso en que la mentira sea más bella que la verdad. Puede que también sea el único caso en que la mentira merezca ser creída y hasta elegida. Afiches, seducción por la mirada fugaz que no se detiene más que unos segundos o que observa al pasar unos contornos que le despiertan sensaciones: confianza, atracción, deseo de posesión, consumo. Afiches, forma de mentira equivalente al maquillaje. Ambos destacan algunos aspectos, virtudes del objeto a vender o del candidato a elegir. Los compradores de uno u otro, porque en la política electoral se trata al personaje como un artículo, son transeúntes desprevenidos que no se detendrán a investigar y que, en su mayoría, no conocen a la persona de ese retrato y se quedarán con el equivalente a la famosa "primera impresión". Autenticidad, fuerza, simpatía, honestidad, temple y otras cualidades que tardan una vida en instalarse luego de convivir con un vecino en el barrio o en la escuela o el trabajo se pueden transmitir en un flash con una simple foto y una pequeña leyenda. Nada nuevo. Ya lo relató en el siglo XVI Lupercio de Argensola quien describió a Doña Elvira, la mujer que se afeitaba y estaba hermosa: "es tanta la beldad de su mentira, que en vano a competir con ella aspira belleza igual en rostro verdadero". "Afeite" era en ese pasado el equivalente a lo que hoy se llama "cosmético". En el siglo pasado, Homero Expósito actualizó esa descripción en el tango "Maquillaje", que dice: "Tu compras el carmín y el pote de rubor que tiembla en tus mejillas y ojeras con verdín para llenar de amor tu máscara de arcilla". Afiches de campaña. Seguramente por escasez de recursos de los demás, solo dos figuras destacan mostrando su rostro sonriente en la calle: el diputado propuesto por el Frente de Todos, José Luis Gioja, y el opositor local y oficialista nacional Marcelo Orrego de Juntos por el Cambio. Ambos aspiran a arrastrar a dos mujeres, Graciela Caselles y Susana Laciar cuyos rasgos permanecen por ahora ajenos a los carteles. Ambos, Gioja y Orrego, miran de frente intentando transmitir transparencia ("decímelo de frente" exigimos). El exgobernador, ex diputado provincial y nacional y ex senador nacional, acepta el riesgo de usar el color rojo de su campera ganadora de tantas campañas, el rojo es un color que asociamos culturalmente al peligro, los semáforos por ejemplo. Orrego eligió el blanco, color de la candidez y que, en general, no agrega ni quita nada a la foto, es más bien neutro. La campera de abrigo de Gioja anda bien para el frío de agosto pero no resistirá para los calores de octubre. No sería raro un cambio de imagen. Orrego exagera remera sin cuello para pleno invierno pero se asegura ahorro de recursos para más adelante, no hará falta quitar algo para la primavera. De todos modos, este primer round es solo una señal, nada definitivo. Hay entre ambas fotos una gran diferencia, la edad. José Luis no acudió al photoshop para alisar arrugas, Orrego no lo necesita. La distribución de espacios es desigual pero no demasiado. Aquí no rige el reparto de propaganda que el estado garantiza para todos en los medios electrónicos. El tamaño no es relevante, alguno que otro se extiende más pero lo recomendable es el tamaño estándar. La ciudad no luce desprolija a una semana de las PASO. Se abandonó, por negativa, la práctica de pintarte si te quedabas quieto, práctica que Luis Landriscina atribuía a los cuarteles militares. Vecinos de medianeras usurpadas o postes de servicios públicos apropiados fueron causa de queja en el pasado y eso no ha vuelto. El afiche forma parte de la estética urbana y es bueno que los diseñadores se tomen el trabajo de hacerlos armonizar como un adorno del paisaje. La buena mentira es trabajosa. He conocido políticos a quienes la sonrisa no les salía natural y otros a los que les costaba poco ocultar el dolor o la preocupación "te arreglas el dolor después de sollozar" diría otra vez Expósito en "Maquillaje". Una carga pesada es tener que vestir en las caminatas con la ropa del afiche para que la identificación sea más sencilla. A veces da la temperatura y a veces no. Vaya uno a saber por qué siempre hay que sonreír en las fotos como en una felicidad compulsiva vivida o prometida. El afiche a veces no coincide con el discurso, se critica la realidad pero igual se sonríe. Se pide esfuerzo actual para mejor futuro pero igual se sonríe. ¿Es que no vale transmitir otra cosa que una simpatía simulada? Parece que no y parece que esto viene de antes. Ya decía Argensola por el 1.600: "porque ese cielo azul que todos vemos, no es cielo ni es azul, lástima grande que no sea verdad tanta belleza". La ilusión de belleza le gana a la sinceridad de lo cotidiano. Una foto y unas palabras, presencia del candidato/a allí donde la gente pasa. Fetiche de papel que arruga el corazón al ver a la vuelta de cualquier esquina figura conocida rasgada por mano enemiga o por la indolencia del tiempo. Afiche de campaña electoral, una forma también del arte de la calle.