Insistencia. Evo se volvió a proponer como candidato no obstante que se lo negara un plebiscito que él mismo convocó en 2016.

"No todos podemos ser jefes ni todos los jefes pueden ser seguidos con fidelidad", hace decir William Shakespeare a Yago, uno de los lugartenientes de Otello, el moro de Venecia. Yago está conspirando contra Otello haciéndole creer que su esposa, Desdémona, lo engaña con Cassio, competidor de Yago en las simpatías del jefe. Más allá de la trama de una de las obras más importantes del teatro mundial, la afirmación describe una realidad que por lo general está estampada en todas las constituciones de los países: una orden ilegal no puede ser obedecida por más que provenga de una autoridad legalmente constituida. ¿Sería correcto que la policía reprimiera a manifestantes contra un Presidente que organizó fraude en elecciones en que él era el candidato? Estos levantamientos no sólo están permitidos por las constituciones sino que los textos obligan a actuar para impedir que se destruya la base misma de la democracia, que es la votación con sus reglas. De no hacerlo podríamos ser calificados como "infames traidores a la patria". Otro tanto para quienes concedieran a alguien poderes absolutos. Aquí no vale la neutralidad. ¿Es traición el acuartelamiento de la policía de Bolivia negándose a proteger a quien quiso engañar a su pueblo en el más sagrado de los capítulos? Él mismo, Evo Morales, reconoció el fraude al convocar a nuevas elecciones, como si fuera posible que le otorgaran el control de un nuevo acto cuando ya había intentado engañar con el anterior. El informe de los veedores de la OEA fue categórico: Se suspendió el conteo cuando perdía por 10 puntos y se retomó un día después para que apareciera ganando por otros 10. Cuentan que Daniel Ortega, por aquel entonces ex presidente de Nicaragua, visitó a Fidel Castro en Cuba luego de haber sido derrotado por Violeta Chamorro. Castro le preguntó: "¿Por qué dejaste el poder?" Ortega respondió: "Porque perdí las elecciones". Castro replicó con otra pregunta: "¿Que perdiste las qué...?". Nada raro, el comunismo ortodoxo entiende que el poder se toma y sostiene por la fuerza. Como para ellos el comunismo es la verdadera democracia y ellos son los comunistas, ellos son también la democracia y, en consecuencia, la exclusiva garantía de los derechos del pueblo. No se les puede pedir el razonamiento que sostenemos los que no somos comunistas, que el poder reside en el pueblo según las leyes que reglamentan su ejercicio, que se entrega el control a los gobernantes por un cierto período luego de haberse impuesto cada cual en elecciones libres y de voto secreto. Evo es comunista, tal como también lo es el régimen de Venezuela y por supuesto la Cuba gobernada por los Castro con sistema de partido único desde 1959. Evo se volvía a proponer candidato no obstante que se lo negara un plebiscito que él mismo convocó en 2016 y se advierte que tampoco estaba preparando alguna figura para un reemplazo futuro. Ya buscaría otra variante para volver a hurtar la voluntad popular. Queda para nuestra tristeza la interpretación que se hace de la figura del "golpe de Estado", un formato del que los argentinos tenemos larga y frecuente experiencia. Si lo de Evo fue un golpe de Estado ¿qué fue entonces lo de Fernando de la Rúa? Golpes de Estado fueron los dados contra Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia e Isabel Martínez. Alfonsín se fue antes de tiempo por propia decisión del mismo modo que de la Rúa, por más que en ambos casos hubo levantamientos populares encendidos por opositores. No es lo mismo una conspiración exitosa que un golpe de Estado. Para que exista un golpe de Estado debe haber un golpeador, es decir, alguien que se beneficie directa e inmediatamente del resultado. No sería el caso de Bolivia como no lo fue el caso de la Rúa. En ambas situaciones se siguió la ruta constitucional de convocatoria a Asamblea Legislativa de Senadores y Diputados para que, no pudiendo cumplirse con la sucesión natural por cadena de renuncias, sea la representación directa del pueblo la que elija un Presidente interino con la sola obligación de convocar a nuevos comicios en un plazo perentorio. Aquí tuvimos 5 presidentes en una semana hasta que aceptó la responsabilidad Eduardo Duhalde en 2002. En Bolivia hay todavía algo más. El principal gestor de la renuncia de Evo y quien materialmente se la pidió, no fue Carlos Mesa, quien "habría" salido segundo en la elección sino Luis Fernando Camacho, un líder formado a causa del fraude quien no pertenece a partido alguno ni fue candidato y ha afirmado que tampoco lo será. Es como si Evo, líder cocalero que también surgió por la decadencia del sistema de partidos, viera su contracara en su propio espejo. Siguiendo su lógica, Morales habría sido golpista en el pasado dado que no vino de la política tradicional sino de levantamientos populares, marchas y cortes de ruta. Peor fue su admirado Chávez , quien directamente intentó pero no logró un golpe militar en 1992. Salvo que se considere que los golpes son siempre de la derecha y que cuando los ejecuta la izquierda, así sean desde un ejército como el caso del comandante Hugo Chávez Frías, se llamen "revoluciones populares". El Episcopado boliviano ha puesto estas cosas en claro, el fraude no puede ser avalado porque seamos amigos del fraudulento o porque se crea que es una figura "del campo popular" y mucho menos porque provenga de los pueblos originarios. Ninguna de estas condiciones ponen a nadie por encima de la ley. "Sin ver que sois la razón de lo mismo que acusáis" decía Sor Juana Inés de la Cruz. Parecieran palabras dedicadas a Evo.