Luego del cruel atentado en la Rambla de Barcelona, una facción del Isis en Filipinas grabó un video intimidatorio,  asegurando  que estarán en Roma e iniciarán una cruzada contra los católicos.  Concluyen afirmando que habrá más actos de venganza y apuntan con un fusil a la fotografía del Papa Francisco.  El Santo Padre no ha respondido directamente a las amenazas, sino que ha indicado dos puntos de reflexión.  Ante todo, que “la muerte y el odio nunca tienen la última palabra sobre la vida humana”, y además, que “el mal será eliminado como la cizaña del campo”. El Sucesor de Pedro es el hombre de la confianza en Dios y de la cercanía de la gente. Por más amenazas que se presenten, seguirá siendo el servidor auténtico que hace realidad lo que lleva grabada en su cruz pectoral: la imagen de Jesús Buen Pastor, jamás distante, y con la oveja sobre sus hombros.  En sus viajes apostólicos, por más peligro latente que se perfile, su deseo es no ir nunca en un papa móvil blindado. Esto no significa que no haya seguridad prevista.   Domenico Giani, 55 años, es el “angel de la guarda” de Francisco. Apodado “shadow” (la sombra) es el responsable de seguridad del Vaticano, el hombre que sigue y acompaña al Papa actual, antes a Juan Pablo II y luego a Benedicto XVI. Su cargo concreto es el de responsable de seguridad de la Gendarmería vaticana y escolta personal de Sumo Pontífice. Giani tuvo el honor de sustituir en el cargo al histórico Camilo Cibin, un agente que trabajó durante 58 años en la Santa Sede con nada menos que seis papas. Cibin vivió los atentados contra Pablo VI en Manila y los de Juan Pablo II cuando Ali Agca le disparó, y otro en Fátima. Giani formó parte de los servicios secretos de Italia y es un experto en seguridad. Según los agentes que han trabajado con él tanto en el Vaticano como en los viajes de los pontífices a actos multitudinarios, apuntan que la coordinación es prácticamente perfecta. A Giani, cuentan, no se le escapa ni un detalle. Los agentes que protegen al Papa tienen formación casi militar. Cuando Giani organiza un dispositivo alrededor del Pontífice prevé a los escoltas en rectángulo, un tipo de formación que según los expertos permite un ángulo de visión más amplio. El dispositivo que monta cuenta siempre con la posibilidad de un ataque y en ese caso la huida se hace siempre por la parte delantera. Además, un número de agentes, según sea el acto y el lugar, se infiltra siempre entre la gente.

 

El Papa sabe del peligro que puede correr y las amenazas que rodean a su persona, pero Giani asegura que lo que más le preocupa son los fieles. Dice: "El Vaticano es un lugar por el que cada día, entre las visitas a la Basílica, a los Museos y las audiencias, pasan decenas de miles de personas que deben sentirse seguras. Somos los encargados de su seguridad los que debemos adecuarnos a él, y no al revés. Debemos hacer todo lo necesario para que pueda continuar desarrollando su ministerio como quiere y cree". Con Benedicto XVI vivió alguna situación de alerta cuando fue atacado dos veces por la misma mujer, Susanna Maiolo. En 2012 pasó a la fama al detener, personalmente, al mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, de 42 años, acusado de filtrar documentos secretos del Vaticano. Glauco Benigni escribió en 2005 el libro “Los Ángeles de la guarda del Papa” en el que explica que “la seguridad personal del pontífice depende de muchos niveles y se organiza según las múltiples áreas de su permanencia y tránsito. Ante todo, hay que aclarar que nos encontramos ante un nivel visible y ante otro invisible. Los miembros del primer nivel no son definibles como secretos. En cambio, los del nivel invisible están claramente ocultos. El nivel visible consta de tres grandes áreas. Dentro de la Santa Sede están su guardia de cuerpo personal: los guardias suizos, y la Gendarmería Vaticana. Fuera de los muros vaticanos, en el territorio italiano, actúan los agentes de la inspección de la Policía italiana, un comando dedicado en particular a la defensa de la Santa Sede”. Destaca también que el gran cambio en la seguridad vaticana llegó “con el Papa Karol Wojtyla, a causa del atentado del 1981 y de sus muchos viajes”. Si Giani es la sombra del Papa, detrás de él hay un pequeño ejército que es el Cuerpo de la Gendarmería de la Ciudad del Vaticano, formado en la actualidad por 130 hombres y que desde 2008 forma parte de la Interpol. Cuenta con el apoyo de todos los servicios de inteligencia del mundo y en caso de un ataque terrorista o cualquier situación de riesgo cuenta con el apoyo de todos los cuerpos de seguridad de Italia. A veces se le da poca importancia en cuanto a la seguridad, a la Guardia Suiza. Este cuerpo nació el 22 de enero de 1506 como defensa del Papa Julio II. En la actualidad, aunque su aspecto pueda ser anacrónico, son un ejército absolutamente profesional que bajo ese uniforme con alabarda cada uno de ellos oculta desde gases lacrimógenos hasta armas y dos granadas.

 

                En estos días hemos escuchado y visto videos donde aparecían diversas personas incitando al odio hacia los musulmanes. Todas las generalizaciones son parciales e injustas.  No se debería confundir a los radicalizados fanáticos, con quienes practican con corazón sincero esa religión monoteísta.  Cada vez que peregrino a Tierra Santa puedo percibir la armónica convivencia en la Ciudad vieja, de quienes habitan dentro de ella, tanto en el barrio judío como en el musulmán. A pesar de que Mahoma se valió de la Guerra Santa para imponerse política y religiosamente, en un documento conservado en Persia, llamado “Achiname” y “Carta de la Paz”, que la mayoría de los musulmanes desconocen, garantizó protección a los monjes del Monte Sinaí y a los seguidores de la fe cristiana.  Además, proclamó la paz y fraternidad entre los seres humanos.  Ya dominada Arabia, nunca obligó a convertirse a la religión islámica o Yihad a ningún cristiano.  Y en la “Carta de la Paz”, se dice que “Mahoma al igual que a Jesucristo, potenciaba la paz y la fraternidad entre todos los seres humanos que habitamos el mundo en que vivimos”.

 

                En un discurso profético en Ratisbona (Alemania) el 12 de septiembre de 2006, Benedicto XVI denunciaba la “degeneración de un cierto islam extremista”.  Y no se equivocó.  Es lo que han expresado los yihadistas del video amenazante a Francisco.  Dios no puede justificar forma alguna de fundamentalismo. Es que éste rechaza a Dios y lo relega a mero pretexto ideológico. Una imagen impactante se ha dado días atrás en el municipio de Rubí, una localidad de Cataluña.  Allí, el imán Dris Salym y el papá del chico de tres años,  Xavi Martínez, que falleció en el atentado de la Rambla, se abrazaron como signo de fraternidad.  El padre del chico ha dicho: “No hay espacio para el miedo o para el rencor.  Comparto mi dolor también con los padres de los terroristas.  Todos somos seres humanos”.  Una lección de fraternidad aleccionadora en la que descubrimos que la paz no se logra por los tratados sino en el corazón de los hombres.