Para los cristianos, la Navidad es el punto de partida de una historia milenaria que cambió el rumbo de la humanidad. Es el máximo festejo celebrado por millones de personas para recordar el nacimiento de Jesucristo, pero también se suman a este acontecimiento los no creyentes, pero necesitados de hacer un alto en la rutina del vértigo existencial, para un balance dictado por la conciencia para replantear las metas personales.
Son los sentimientos que manifiesta el entorno familiar en la mesa de Nochebuena, con el reencuentro de los seres queridos y el emocionado recuerdo de los que ya no están, pero también son expresiones todos los años renovadas en las reuniones de amigos en las vísperas navideñas. Es el espíritu renovado y generoso que nos impulsa a la reconciliación y la convivencia armónica. Es decir, Navidad debe ser la reafirmación de un compromiso para reconstruir el tejido social sobre bases de la solidaridad hacia los que más necesitan, el respeto por las opiniones diferentes, la valorización del diálogo como herramienta esencial para legitimar las decisiones políticas e institucionales, y vivir en un marco de libertad sin condicionamientos.
Es esta instancia la República nos llama a reflexionar en el marco navideño, sobre la proximidad del Bicentenario, que requiere realizaciones fundadas en el Estado de derecho, o dicho de otra manera mostrar responsabilidad cívica para no dejarnos llevar por las amenazas y temores que indefectiblemente conducen a la frustración y la desesperanza.
Como ha señalado nuestro arzobispo, mons. Alfonso Delgado, "la Iglesia piensa en un Bicentenario donde dejemos de lado la exclusión, donde no haya excluidos por inseguridad, por pobreza, por miseria, por falta de educación y tantas cosas". Es la lucha diaria que se debe asumir desde todos los lugares que nos tenga como protagonistas. Desde el ciudadano común hasta quien ha recibido un mandato para fortalecer la democracia que tanto costó recuperar.
"Tenemos una Nación libre y orgánica, vivimos en paz, pero ignoramos las prácticas y los hábitos de un pueblo libre". Lo dijo Carlos Pelegrini, en los albores de la organización nacional. Hoy, ante una rendición de cuentas generacional, nos encontramos con la conflictiva realidad de la crispación social por enfrentamientos estériles, ambiciones desmedidas de poder, y pobreza extrema.
Si todos somos hijos de Dios, sintámosnos en familia, unidos por el amor, la comprensión y la solidaridad, pensando en el bien común.