Llegamos al final de otro año con las expectativas propias de toda persona humana frente a un nuevo ciclo de tiempo. A éste se lo puede asumir con optimismo, que es una expresión de deseo, o con pesimismo, que es un diagnóstico negativo sobre la realidad. Frente a estas dos posiciones, la alternativa es la esperanza. El pesimista es un necio, creyendo que todo está mal menos él. El optimista es un irresponsable, porque presume que las posibilidades nos van a favorecer porque sí. El concepto de trabajo está eludido en los dos casos.
El hombre esperanzado es algo diferente. Advierte matices significativos que rompen la homogeneidad de la realidad presente. Es quien reconoce que no todo puede ser igual, y por eso descubre el valor del aprendizaje y del esfuerzo. Ni utopía ni derrotismo, sino una luz realista que nos demuestra que todo es posible y que ningún obstáculo pueden abatirnos, ya que toda dificultad trae encerrada siempre la solución. Se necesita la pasión por seguir viviendo, y de esto no se debe abdicar jamás. Es que vivir es un milagro y ser testigos de la vida es un privilegio.
Vivir no consiste en dejar que los días pasen y pisen nuestro presente, sino en admirar con gratitud cada momento sin perder la capacidad de asombro no sólo por lo extraordinario que suele ser esporádico, sino por lo milagroso de lo cotidiano que es permanente. Todos tenemos expectativas en la vida, pero la sabiduría se alcanza cuando éstas se conviertan en tarea. Como miembros de una comunidad, la tarea implica repensar lo que significa ser ciudadano. Éste es quien tiene sentido de la ley y posee conciencia de su insuficiencia cívica permanente. La ley es lo que posibilita y lo que acota; lo que da derechos e impone deberes. El sujeto humano es persona dentro de la ley. La conciencia republicana, que jerarquiza el papel de las instituciones en la organización de la vida comunitaria, intenta derribar, mediante la importancia cedida a las instituciones, las tentaciones del hegemonismo personal o sectorial.
Lamentablemente no tenemos oposición, porque no tenemos espíritu de convergencia entre las diferencias. Tenemos opositores, pero carecemos de oposición. Nos cuesta aprender a vivir, que es disentir sin descalificar ni destituir. Es de esperar que 2014 sea próspero, donde cada uno sienta la necesidad de vivir y crecer con otros, y donde nadie nos resulte indiferente.
