Siendo mi padre enólogo en la entonces Cavic, allá por la década del ’70, tuve oportunidad de recorrer de punta a punta la otrora Bodega del Estado. Quedaron grabados en mi memoria los diferentes cuerpos, con esas gigantescas piletas llenas de vino que emanaban ese característico olor -para mi padre era perfume- y ese altísimo tanque de agua con su escalera en forma de rulo, entre tantos detalles más.

 

Estado actual de la monumental edificación construida durante la gobernación de Federico Cantoni.

Indudablemente esta monumental edificación construida durante la gobernación del Dr. Federico Cantoni, en su tercer mandato, no sólo constituye su obra más importante, sino que representa por su historial, su espléndida arquitectura y otros atributos, el paradigma de patrimonio histórico-cultural que habría que preservar. Fue construida en 1932, en un predio situado en el límite del actual departamento de Chimbas, situado en la localidad de Concepción. En aquella época fue una obra visionaria, según los especialistas la bodega más grande de América.

En su inicio se construyeron dos cuerpos o pabellones, cuya capacidad era de 500.000 hectolitros, no sólo para depositar vino, sino también para acumular arrope, mosto concentrado, mosto sulfitado y alcohol. La bodega se erigió merced a la ley Nº 439, de acuerdo a un plan perfectamente estructurado, vaticinando el porvenir de la industria vitivinícola local. A mediados de 1932, según nos relata la historiadora Susana Ramella de Jefferies, se concluyó el primer cuerpo. En agosto de ese año “el gobierno contrató nuevamente a la empresa Schmidt para la construcción de otro cuerpo de iguales dimensiones y un tanque de 500.000 litros para agua…”. La edificación se ejecutó siguiendo los cánones más estrictos de la época, prueba de ello es que resistió firmemente el terremoto de 1944. Según las crónicas periodísticas el costo de la obra alcanzó aproximadamente 9 millones de pesos, “suma que fue rápidamente amortizada por concepto de alquiler de la vasija”. Sobrevino la revolución de febrero de 1934, apuntando que Cantoni “dejó la bodega repleta de vino de superior calidad en sus distintos tipos”. Lamentablemente los interventores federales, como Evaristo Pérez Virasoro, mal vendieron este producto, en una suerte de subasta. Más allá de quién fue el ideólogo de esta obra o el partido político, ella representa patrimonialmente la parte arquitectónica, bien estudiada por especialistas sanjuaninos. Pero no debemos disociar lo material de lo inmaterial o intangible. Ostenta además rasgos simbólicos, es -por ejemplo- un icono de nuestra industria madre, esto es hablar de nuestros rasgos identitarios, lo que hace a nosotros mismos colectivamente, es parte de nuestro rico pasado o de la Historia de San Juan. Creo a mi entender que transformarla en otra cosa, totalmente ajena a lo que fue, es herir de muerte nuestra historia.