Las candidaturas de Daniel Filmus en la Capital, y de Agustín Rossi en Santa Fe, evidencian la ausencia de apoyos oficiales, dejando que cada uno desarrolle sus posibilidades y asuma los resultados. Pero los riesgos políticos pueden ser costosos y sin duda ameritará cambios para no repetir lo ocurrido con Filmus, un precedente preocupante para Cristina de Kirchner.

Según lo observado, es evidente que la presidenta no simpatiza con Filmus ni con Rossi. El primero obtuvo el desagrado presidencial cuando votó a favor de la Ley de Glaciares. Con el segundo, el resentimiento viene de una presunta discusión entre el candidato a gobernador santafesino y Néstor Kirchner cuando el ex presidente llegó a la Cámara de Diputados. De hecho, en la última visita presidencial a Santa Fe, Rossi no habló ni apareció en primera plana en las fotos. Más que como candidato parecía ser el sujeto de una silenciosa penitencia por algún error pasado.

Para Cristina Fernández, quienes se arriesgaron a enfrentarse con su esposo parecen ser considerados personas no gratas y les costará reivindicarse. Por eso es que los militantes de Carta Abierta se animaron a cuestionar al debilitado candidato a jefe de Gobierno porteño, por más que digan pertenecer ambos al mismo partido. Dicho grupo, en una declaración del 22 de junio, casi dos semanas antes de las elecciones en Capital, no sólo criticaba a Mauricio Macri sino también a sus votantes. Allí decían que Buenos Aires "se quiso blanca y uniforme” y que "en esta ciudad está, aún soterrado o guetificado, lo indígena y su murmullo no cesa”. De este modo dejaban asentada su opción por el Frente para la Victoria, porque según ellos, "’la del macrismo es una Buenos Aires ilusoria”.

¿Ha cambiado ahora ese pensamiento? No. Ni Ricardo Forster, mentor de Carta Abierta, ni su maestro Ernesto Laclau han dejado su visión izquierdista e ideologizada. Como lo han manifestado en varias ocasiones, para ellos, la división de poderes, la libertad de expresión, el debate legislativo, constituirían obstáculos para la satisfacción de las demandas de las clases populares. Laclau, ex trotskista-peronista convertido al posestructuralismo, sucumbió también a la fascinación de Carl Schmitt, jurista nazi rehabilitado por la izquierda posmoderna, que postula la división de la sociedad en amigos-enemigos, el decisionismo contra el debate parlamentario y el movimiento contra el pluralismo. Ahora criticaron ácidamente a Filmus y su campaña, responsabilizándolo por su magro resultado.

El votante parece darse cuenta de estas limitaciones y va demostrado no dejarse condicionar en su libertad ni aceptar que se menosprecien sus opciones mayoritarias.