Todos queremos una escuela en la que los niños tengan la misma oportunidad de aprender, de acceder a conocimientos de calidad y relevantes para sus vidas. Una escuela donde todos puedan ingresar sin ser discriminados y en la cual puedan graduarse con los mismos saberes y competencias. Una escuela en la que todos puedan disfrutar de adquirir, transformar, producir y transmitir conocimientos. Todos soñamos con ese lugar en el que los niños puedan realizarse como niños, y los maestros y miembros de los equipos directivos puedan hacerlo como profesionales que son. Construir una buena escuela es posible. Para ello, es necesario prestarle atención a lo que ocurre en el aula con la aplicación de herramientas necesarias que lo permitan. Si consideramos por ejemplo el error como estrategia de cambio tiene su razón de ser.


El error es un potencial constructivo, didáctico frente a su habitual sancionador. El error no es un fin, no puede serlo, sino una estrategia que forma parte del proyecto docente. Es el punto de partida de referencia importante, para dirigir nuestras hipótesis por otros caminos.


La ciencia programa mediante el ensayo y el error, tiene su lado bueno y positivo. La literatura está llena de expresiones que asumen el error como un hecho humano natural, e incluso como principio de mejora, formando parte del desarrollo humano. "Aprendemos a ser sabios más por el fracaso que por el éxito'' No podemos negar, la vida misma nos enseña de errores, experiencias dolorosas, que si las sabemos interpretar serán aprendizajes en aquellas áreas donde son necesarias para el desarrollo de nuestra personalidad. No es necesario bloquear ninguna de ellas porque todas son necesarias y lograr la resiliencia (superar adversidades de la vida) para ser felices y estar en armonía.


Cuando se habla de una pedagogía del error no se está defendiendo el error porque no posee un valor educativo por sí mismo. Como tampoco lo tiene la competición o las disciplinas planteadas como metas. Sí, utilizadas como estrategias, siempre que no se cometan excesos. En esta teoría no se persigue el error, sino que se acepta como hecho natural que acompaña al aprendizaje, de igual modo, está presente en el desarrollo individual o en el proceso social. Toda mejora pasa por el cambio y no siempre se consigue con fallas o equivocaciones. El error, es un desajuste entre lo esperado y lo obtenido. El alumno puede utilizar sus errores para conseguir un conocimiento más profundo o confirmar lo aprendido. Si el entorno es distendido, no punitivo, que estimula el dialogo, ayuda al estudiante, a expresar sus pensamientos y a perder el temor a cometer errores. Claro está, que siempre el error ha de incorporarse como estrategia, al igual que la interrogación o la discusión. Está en la propia trama del aprendizaje, sólo será necesario aprender a utilizarlo didácticamente. Los sabios llegaron a la verdad a través del error, error despejado, es fuente de nuevos hallazgos y aprendizajes. Aún más, es esclarecedor del proceso y no como resultado.


El docente a través de la pedagogía del error toma conciencia de que el alumno no ha asimilado el código de nuevas significaciones y de que ha seguido caminos distintos de los esperados. "El gran desafío de la didáctica hoy, es el tratamiento metodológico de los errores como materia prima para el aprendizaje". El alumno debe comprender, que en la unidad de los saberes deseables, es materia prima, y convertirlos en esencial, dentro de su desarrollo personal.