Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". El les dijo: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación" (Lc 11,1-13).

El Padrenuestro es la oración más conocida. A veces la hemos convertido en una fórmula de rutina, vaciándola de todo significado. San Benito formuló en su Regla este principio: "Mens nostra concordet voci nostrae", para indicar que al rezar, la mente debe concordar con la voz. Lo que expresan nuestros labios debe surgir de la meditación de esas palabras en el corazón, evitando así, la repetición rutinaria. Se conserva, por ejemplo, el ciclo de catequesis que, en la parroquia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, daba allá por el año 350, un tal Cirilo, sacerdote, que luego fue obispo y santo. Catequesis que era teología en serio, para adultos. Las primeras 19 lecciones servían de preparación a los catecúmenos que habían de recibir el bautismo la noche de la Pascua y eran, en substancia, una prolija explicación del Credo, que esa noche se recitaba solemnemente. Las cinco restantes y que sólo podían escuchar los bautizados, servían para instruir a los neófitos sobre los sacramentos. Se daban a puertas cerradas y se llamaban "mistagógicas", porque introducían a los misterios de la fe cristiana. Es en la última de estas cinco catequesis, junto con la explicación de la liturgia eucarística, que Cirilo, recién enseña el Padrenuestro a los neo bautizados que, desde entonces, podían comenzar a recitarlo solemnemente.

Hoy, antes del Padrenuestro, la liturgia romana invita a rezarlo con esta fórmula: "Siguiendo el precepto del Señor y su divina enseñanza nos atrevemos a decir", "Audemus dicere", en latín ¡Osamos decir! Las liturgias orientales son más explícitas. La maronita dice: "Dígnate Señor concedernos que sin temeridad nos atrevamos a decirte: Padrenuestro". En la liturgia bizantina se hace la introducción a esta oración diciendo: "Haznos dignos, Señor, para que con confianza, sin reproche, nos podamos atrever a invocarte, Dios altísimo, como Padre y decirte". Temeroso respeto reverencial hacia el Padrenuestro, patrimonio de los cristianos y que hoy hemos dejado que se pierda.

Mientras Mateo introduce el Padrenuestro con una pequeña catequesis sobre la oración en general, en Lucas lo encontramos en otro contexto: en el camino de Jesús hacia Jerusalén. El contexto, pues, es el encuentro con la oración de Jesús, que despierta en los discípulos el deseo de aprender de Él cómo se debe orar. Resulta significativo que Lucas ponga el Padrenuestro en relación con la oración personal de Jesús mismo. Mientras Mateo nos ha transmitido el Padrenuestro en la forma con que la Iglesia lo ha aceptado y utilizado en su oración, Lucas nos ha dejado una versión más breve. En su libro de Ejercicios Espirituales, el padre Hans-Peter Kolvenbach, que fuera superior o Prepósito general de los jesuitas habla de un "staretz" (anciano monje ortodoxo ruso, que cumple el ministerio de consejero) que insistía en "hacer entonar el Padrenuestro siempre con las últimas palabras, para ser dignos de finalizar la oración con las palabras del comienzo: Padrenuestro". De este modo, explica el "staretz", se recorre el camino pascual: "Se comienza en el desierto con las tentaciones, se vuelve a Egipto, luego se recorre la vía del éxodo con las estaciones del perdón y del maná de Dios y, gracias a la voluntad de Dios, se llega a la tierra prometida, el Reino de Dios, donde Él nos comunica el misterio de su nombre: "Padrenuestro".

Comenzamos con la invocación "Padre". El teólogo alemán Reinhold Schneider (1903-1958) escribe a propósito en su explicación de esta oración: "El Padrenuestro comienza con un gran consuelo; podemos decir Padre. En una sola palabra como ésta se contiene toda la historia de la redención". Un sacerdote se preguntó una vez si Dios reza ¿Cómo podría ser el Padrenuestro de Dios? Y podría ser así: "Hijo mío que estás en la tierra, preocupado, solitario, tentado, yo conozco perfectamente tu nombre y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo. No, no estás solo, sino habitado por mí, y juntos construimos este reino del que tú vas a ser el heredero. Me gusta que hagas mi voluntad porque mi voluntad es que tú seas feliz, ya que la gloria de Dios es el hombre viviente. Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy, no te preocupes, sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sabe que perdono todas tus ofensas antes incluso de que las cometas, por eso te pido que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden. Para que nunca caigas en la tentación tómate fuerte de mi mano y yo te libraré del mal pobre y querido hijo mío".