La plantación de viñedos en la Argentina ha vuelto a crecer, aunque en menor proporción con respecto a las épocas más propicias, pero ahora predominante en variedades para vinificar y particularmente tintas. Como es de suponer, el mayor incremento se registró en Mendoza y San Juan, las provincias que mantienen el liderazgo de la industria, que en conjunto representan el 92 por ciento de la superficie y el 87% del total de viñedos del país.

Según el último informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) sobre el estado del encepado en zonas productoras, en 2012 se contabilizaron 25.207 viñedos, lo que representó un aumento del 1,20 por ciento en relación al año anterior, con lo cual el 66% de los establecimientos vitícolas se ubicaron en Mendoza, en tanto el 21% está radicado en San Juan; un 5% en La Rioja y en igual porcentaje en Catamarca. Este aumento de la superficie y de la cantidad de viñedos se produjo el año pasado en casi todas las provincias productoras, no así en Córdoba y Río Negro.

De acuerdo con el informe del INV, la superficie implantada con vid en el período registrado fue de 221.202 hectáreas con una suba del 1,24% frente a las cifras de 2011, cuando se reportó un total de 218.499 hectáreas cultivadas. Además, la cifra representa un incremento del 10% en las hectáreas comparando los datos con los del Registro Nacional de Viñedos de 2000 y del 1,59% con los del Operativo Registro Nacional de Viñedos, ciclo vegetativo 2010-2011, según cita el organismo.

También, los datos estadísticos revelan que en la superficie vitícola nacional hay un predominio de variedades de vinificar que en 2012 fueron un total de 204.158 hectáreas y representaron el 92% del total implantado, y mostraron un aumento de 8% sobre la Actualización del Registro de viñedos de 2000 y del 1,37% comparado con las hectáreas de 2011. La uva de mesa ocupó el 6% de la superficie y la para pasa el 2 por ciento.

La estadística oficial refleja datos optimistas, aunque podrían contener cifras mucho más favorables si no hubiesen medidas restrictivas que desalientan la inversión, como ocurre con la producción de pasas que tiene alta demanda internacional, pero las restricciones impuestas a la importación de equipos para procesarlas con nueva tecnología, sumados los altos costos internos, impiden disponer de una oferta exportadora competitiva y puntual, no obstante generar alto valor agregado. Es, en definitiva, otro freno a las economías regionales.