El domingo pasado se cumplieron cuatro años del anuncio de la puesta en marcha del yacimiento de Veladero, en la cordillera sanjuanina, el primer gran emprendimiento local, y modelo de minería sustentable según las normas internacionales que lo certifican.
Pocas veces un proyecto político de vieja data, para diversificar la economía provincial mediante el aprovechamiento de todos sus recursos para dejar de depender del monocultivo, tuvo tanta trascendencia nacional e internacional. No por las enormes inversiones extranjeras, ni por la ingeniería empleada, o los rigurosos controles en cada una de las etapas, sino todo lo contrario.
Una gigantesca maraña de detractores ideológicos ataca a la producción aurífera local, utilizando todos las vías mediáticas y con argumentos falaces y pronósticos apocalípticos. Pero en estos cuatro años no hubo ninguna denuncia concreta ni evidencias de contaminaciones letales al ambiente, acuíferos, enfermedades terminales, o del supuesto perjuicio a otras actividades productivas.
La hipócrita retórica fundamentalista repercute con estridencia en la Capital Federal y en ese escenario muchos sectores se suman de buena fe. Ese efecto multiplicador falaz incluye a muchas publicaciones que se distribuyen en el interior denostaron una realidad palpable diametralmente opuesta al mensaje dañino. Dejarlas circular hubiese sido ser cómplice de la campaña de demonizar lo que representa el Plan Minero Nacional puesto en marcha en 2003: aumento de las inversiones del 1014%; incremento de las exportaciones del 275%, participación del sector en el PBI en un 292% y el empleo directo e indirecto, un 259%, con más de 100.000 puestos de trabajo en el país. La debilidad del dólar ha potenciado el oro en la economía, al llegar a 1060 la onza en el mercado mundial, repercutiendo en las regalías que recibe San Juan y también en las empresas para generar nuevos proyectos.
El retrógrado discurso antiminero, ampliamente difundido en Internet, advierte en uno de sus libelos que pronto el cianuro llegará "a la plaza San Martín". Los apóstoles de la mentira ni siquiera saben que nuestra plaza se llama 25 de Mayo. Los antimineros porteños y sus acólitos ambientalistas dogmáticos deberían girar sus miradas a la cuenca del Riachuelo, donde tres millones de personas siguen sufriendo una contaminación histórica.