El desarrollo biotecnológico sitúa a nuestro país en el codiciado podio de las naciones que han aportado mayores avances para mejorar las condiciones de vida, en particular en áreas como la farmaceútica, técnicas para la reproducción humana asistida y alto desempeño de cultivos gracias a la sustentabilidad productiva. Si bien los Estados Unidos tienen una ventaja indiscutida en este campo de la ciencia, Argentina se encuentra en tercer lugar en el continente detrás de Canadá y por encima de los desarrollos experimentados por México y Brasil.

De la misma manera que la electrónica marcó un salto tecnológico de magnitud, en las últimas décadas del siglo pasado, ahora la biotecnología plantea un punto de inflexión en la evolución de la inteligencia aplicada. Los investigadores apuntan a responder a la demanda alimentaria mundial como también a superar pandemias que hacen estragos en empobrecidas regiones de la tierra y repercuten en países desarrollados.

La urgencia de atender el vertiginoso avance del hambre se ha planteado en el seno de las Naciones Unidas como una prioridad que está ejerciendo presión, a través del brazo ejecutor de la FAO para que los commodities agropecuarios bajen sustancialmente sus cotizaciones, de manera que los alimentos puedan llegar a millones de personas carecientes. Argentina y Brasil ya acordaron hacer un frente común debido a las millonarias pérdidas que les dejaría una caída abrupta de ingresos. El potencial argentino implica dar de comer a 400 millones de personas en el mundo y si debe compensar una probable caída de los precios internacionales, lo debe hacer por medio de una mayor producción. En esta instancia aparece las empresas biotecnológicas locales que facturan en conjunto 1.000 millones de dólares anuales, más que el sector de la maquinaria agrícola, exportan el 25% y emplean a unas 3.000 personas, entre ellas 800 de alta calificación y destinaron U$S 50 millones a investigación y desarrollo en 2010. Argentina posee el mayor centro de clonación de animales, lidera en mejoramiento de caña de azúcar, avanza en semillas transgénicas en soja, maíz, girasol y algodón con varios genes y tipologías de resistencia a la sequía, herbicidas e insectos.

En este contexto de desarrollado avance se aumentaría el desempeño de los sistemas de doble cultivo, mejorando la sustentabilidad productiva al facilitar rotaciones agrícolas de alta intensidad. Es decir, plantear un futuro de competitividad gracias la ciencia.