Además de ser conocidísimo el 1 de mayo como el "Día del Trabajador”, conmemoración absolutamente justa y merecida, esa fecha también tiene una connotación muy especial, ya que celebra el "Día de la Constitución Nacional” en todo el territorio nacional argentino.

El hecho de vivir en democracia, aún con sus imperfecciones, juego de ambiciones políticas -exacerbadas en este año electoral- y excesos de poder, configura sin duda una situación institucional para festejar. Y precisamente, no puede existir una verdadera democracia sin un instrumento básico que debe ser cumplido y respetado por todos (empezando por los gobernantes), como la Constitución. Ésta no es un conjunto de reglas o disposiciones frías y desangeladas, sino la prenda de unión de los argentinos, un instrumento con vigor supremo y fuerza normativa y un núcleo de valores que nos singulariza y distingue.

La Constitución nos identifica y, al tiempo de fijar los límites y el marco de funcionamiento de los poderes del Estado, consagra un conglomerado de principios, derechos y garantías esenciales, entre los que ejemplificativamente figuran la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Desde luego, todos ellos reconducen a un valor fundante: la dignidad humana.

Vale traer a colación aquí un hecho que produce regocijo cívico. Es que, como resultado de las gestiones realizadas por la Fundación Americana para la Educación (Fundaedu) ante el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, se ha logrado modificar el calendario escolar para todas las escuelas de esa Ciudad, fijándose el primer día hábil posterior al 1 de mayo para que los alumnos del último grado de nivel primario presten juramento de lealtad a la Constitución.

Indudablemente, es un acontecimiento para resaltar, pues el sentimiento constitucional debe alimentarse desde edades tempranas, forjando el espíritu cívico y republicano y reivindicando la inigualable sensación y el enorme privilegio que supone vivir en democracia.

Es preciso educar en y desde los principios y valores constitucionales; moldear almas, mentes y cuerpos en la cultura democrática. La instrucción cívica es un "arma” valiosa para afianzar el Estado de Derecho y adiestrarse preventivamente contra tendencias y discursos que edulcoran los oídos pero que esconden pulsiones autoritarias. Es que la capacidad legitimadora que presentan conceptos como el de democracia y constitucionalismo es asiduamente manipulada por gobiernos y gobernantes, cuya actuación más bien se resume en la vulneración de todos ellos, antes que en su respeto. Sobre todo, en nuestras aún no definitivamente estabilizadas democracias latinoamericanas, muchas de las cuales se han visto interrumpidas por atroces golpes de Estado (como el padecido en Argentina entre 1976 y 1983), o dilatadas dictaduras con fachadas seudodemocráticas, consumándose episodios de espeluznante violencia, terrorismo de Estado, violaciones sistemáticas de derechos humanos, como innúmeras desapariciones forzadas de personas y otros crímenes de lesa humanidad.

Si bien en realidad "todos los días son (o deberían ser) el Día de la Constitución”, ojalá que este 1 de mayo, paralelamente a conmemorar el importantísimo Día de los trabajadores y las trabajadoras, nos sirva para reflexionar, pensar las instituciones en clave constitucional (Nacional y Provincial), reconocernos en la Carta Magna, recordar nuestro deber de resguardarla y honrarla día a día, no con discursos tan vacíos como efectistas y de ocasión, sino con la sincera habitualidad de las actitudes democráticas, republicanas y respetuosas de la Constitución, el Estado de Derecho y los derechos fundamentales.

(*) Profesor titular de Derecho Constitucional y director del Instituto de Derecho Constitucional, Universidad Católica de Cuyo. Miembro titular de la Asociación Argentina de DC., del Instituto Iberoamericano de DC. y de la Asociación Mundial de DC.