Los desechos tecnológicos encabezan los problemas de la basura de las grandes ciudades, por la necesidad de disponer de instalaciones de reciclado para el aprovechamiento de elementos útiles para nuevos procesos fabriles. Lo grave es que la basura electrónica llegue a enterramientos sanitarios, por la irreversible contaminación del suelo, más si se arrojan pilas y baterías.
La Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación califica a las pilas como residuos peligrosos por su alta toxicidad con metales pesados como zinc, manganeso, plomo, cadmio y cromo, muy nocivos si se liberan al medio ambiente. Las pilas usadas son preocupantes porque cada argentino consume en promedio diez pilas por año y la mayoría se desecha en la basura.
Ante esta amenaza medioambiental, Argentina ya dispone de la primera planta piloto de reciclado de pilas del país, un proyecto único en el mundo para el tratamiento y la recuperación de pilas agotadas, alcalinas y de zinc y manganeso. Ha sido creada por un grupo de científicos de La Plata para reciclar cien kilos de pilas al mes, extrayendo dióxido de manganeso, que se cotiza a unos 4.000 dólares la tonelada y el zinc que cuesta U$S 1.200 la tonelada. Estos materiales son demandados por las industrias siderúrgica, construcción, alimentaria, de medicamentos, plásticos y pinturas.
Brasil fue el país pionero en regular la disposición de las baterías, fijando límites de concentración de los metales más peligrosos y disponiendo que las pilas regresen al fabricante para ser recicladas. Argentina va por la solución integral, siempre que acompañe la conciencia del usuario, para que un componente en desuso no forme parte de la basura doméstica.
