"El Bicentenario encuentra a San Juan en un salto de calidad enorme e inédito pues se está construyendo un querer ser un proyecto para la nación sobre la base de una realidad tangible."
En épocas de balances profundos sobre nuestra esencia como nación, tal cual lo representa este Bicentenario, saber de donde venimos para construir el presente resulta crucial en la vida de los pueblos pues valorar lo que nos legaron y comprender lo que nos falta debe ser un ejercicio cotidiano en la construcción de un futuro común.
La herencia insustituible de los primeros cien años fue, sin duda, la convicción de "querer ser" una provincia autónoma y con propia idiosincrasia dentro de una nacionalidad emergente. Eramos una pequeña aldea que dio voces resonantes: Laprida. Fray Justo, Benavides, Sarmiento y Aberastain, entre otros, marcaron el pulso nacional posterior a 1810. Sin embargo por varios años la lucha por las ideologías y los modos de concretar la organización como nación retrasaron el progreso material y social que se anhelaba como complemento para la vida cotidiana.
Para el Centenario la provincia padecía una realidad con notorias carencias como la falta de buenas vías de comunicación o de un hospital; las pocas y precarias obras no permitían el aprovechamiento hídrico y sin un programa agrícola ni minero no se terminaba de consolidar la idea de ser provincia. Los años posteriores reflejaron las vicisitudes del país, que se debatió entre una sociedad para pocos o un concepto de ciudadanía para todos y de donde surgió como realidad integradora, el sufragio universal, el voto femenino, los derechos laborales y la educación pública y gratuita, entre otros.
El Bicentenario encuentra a San Juan en un salto de calidad enorme e inédito pues se está construyendo "un querer ser un proyecto para la nación" sobre la base de una realidad tangible pues, frente a aquellas carencias de 1910 vemos hoy construcción de diques, el túnel de Agua Negra, inversión agrícola y minera, infraestructura escolar, deportiva, turística y vivienda, orden fiscal, etc. Esta realidad -aún con las falencias propias que toda actividad tiene- se sustenta, además, en un discurso armonizador que construye puentes para la comprensión, en vías de superar antinomias estériles y como una síntesis de unidad para sostener sólidas políticas de Estado; es, sin duda, el discurso propio de un estadista. Esto también pone a la provincia en la consideración nacional e internacional no sólo por la posibilidad de tener un presidente sino porque hace que las miradas se vuelvan hacia este suelo y la cumbre del Mercosur es un ejemplo de ello.
Más allá del resultado final, que un sanjuanino (el gobernador, en este caso) encare dicha posibilidad no debe valorarse ni criticarse sólo desde lo político-partidario sino como una oportunidad más que nos pone la historia (y a lo largo de este bicentenario no han sido muchas) que también ayuda a forjar otro San Juan de cara a los próximos cien años. La dosis necesaria de serenidad y autocrítica nos permitirá una valoración constructiva de cada paso en nuestra historia como provincia.
