Zambullirse en lecturas sobre la vida de Eusebio de Jesús Dojorti, Buenaventura Luna, poeta, compositor, periodista y exitoso folclorista, es comprobar la existencia de dos perfiles diferentes en un mismo personaje nacido en 1906 en Huaco, donde muchos "nacimos" un poco también de tanto tararear "Vallecito". Y si buceamos más atrás en la genealogía de esta celebridad, terminamos surcando mares extraños y lejanos, nada menos que los del Reino Unido e Irlanda, ya que su tatarabuelo había llegado de aquellas tierras al Río de La Plata a comienzos del siglo XIX durante las primeras invasiones inglesas. Pero lo que nos quedó de su paso por este mundo fue su excelsa obra poética teniendo como referente a Huaco, nuestra doméstica certidumbre folclórica, donde el español Miguel de Cervantes hubiese encontrado una hija errante de su amada Castilla inmortalizada en "Don Quijote de la Mancha". La infancia de Don Buena transcurrió en los patios que circundaban el Viejo Molino de los Dojorti, donde se concentraba toda la vida social, comercial y cultural del pueblo. Tras sus vivencias por otros lugares del país, en 1924 con casi 18 años vuelve al pago y profundiza sus lecturas y el perfil que lo marcaría para siempre. No pudo abstraerse de las luchas políticas de entonces entre conservadores y cantonistas, hasta la aparición del peronismo en el que militó apenas llegado Juan Perón a la presidencia en 1946, protagonizando luchas partidarias que lo llevaron a estar preso durante 77 días. Pero terminó alejándose de esa militancia política tras intentar ser diputado, y decidió lanzarse de lleno, afortunadamente, a su vocación folclórica, llegando en 1937 a Buenos Aires, toda una osadía para un artista del interior.

EL FOGÓN DE LOS ARRIEROS

Un año después comienza a trabajar en radio "El Mundo", para estrenar más adelante "El fogón de los arrieros", considerado el primer programa de difusión masiva del canto nativo en nuestro país. Comienza a conocerse como Buenaventura Luna y viaja a San Juan y Huaco para realimentarse de su origen, probar guitarristas y cantores hasta presentar un día otra obra suya inmortal para nosotros, "La Tropilla de Huachi-Pampa", que inaugura sus presentaciones en la entonces radio "Graffigna", hoy Radio Colón. Una de las marcas que sellaron gran parte del historial poético y musical de Luna, fue la reivindicación del pueblo criollo y los pueblos originarios, que son citados en muchas de sus canciones. Tanto que años después de su muerte, acaecida en 1955 en Buenos Aires, los eternos poetas Armando Tejada Gómez y Hamlet Lima Quintana, junto a Mercedes Sosa y otros jóvenes firmantes del "Manifiesto del Nuevo Cancionero", reivindicaron a Buenaventura Luna en 1963. Pero entre los trabajos sobre la vida y obra de Don Buena, y en este Día de la Tradición, queremos recordar a tres grandes docentes locales que se unieron en la apasionante tarea de explorar tan conmovedora y genial existencia. Las profesoras Hebe Almeida de Gargiulo, Elsa Esbri de Yanzi y Alda Frassinelli de Vera, trabajaron en una valiosa investigación titulada "Buenaventura Luna, su Vida y su Canto". En este libro, editado hace unos años por la Biblioteca del Congreso de la Nación, transitan historias muy nuestras sobre el gaucho, el arriero, el indio, la mujer y el amor, de la mano de Dojorti. Al avanzar sus capítulos aparece el aspecto "usos y costumbres", donde los molinos, los corrales y el fogón, la guitarra y el poncho, protagonizan aquellos momentos de esplendor en la vida del poeta. Las Sentencias del Tata Viejo son explicadas con el extraordinario conocimiento de las tres literatas con sus poemas, bagualas, bailecitos y las inolvidables canciones, cuecas, chacareras, gatos, milongas y tonadas.

Hebe, Alda y Elsa también publicaron una antología conjunta titulada "Cuentos Regionales Argentinos, La Rioja, Mendoza, San Juan, San Luis", entre otras obras. Y junto a Buenaventura Luna vale sumar hoy la preciosa memoria de ellas, porque seguramente serán miles los sanjuaninos que desean rendir un tributo de reconocimiento hacia estas docentes desde el cariño de tantos de sus exalumnos y amigos y, naturalmente, a la luz del poeta huaqueño que supieron admirar primero para abordarlo literariamente después.

 

Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista