"Cacho de Buenos Aires" en una de sus últimas presentaciones, con la contundencia de sus canciones fundamentales...

A diseminar sus emociones a la posteridad, ha ido Cacho Castaña (Cacho de Buenos Aires, como legítimamente fue reconocido).

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Fue el inconfundible exponente de quien "pintó su aldea" y de este modo "pintó el mundo". Enraizado en su Buenos Aires, de quien se nutrió y a quien confió para los tiempos, como mensajes íntimos, páginas musicales memorables, se fue constituyendo en uno de quienes mejor la pensó.

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Siento la tentación de comparar su trayectoria con la de Sandro, dos dignos creadores y protagonistas de algunos fenómenos sociológicos similares: las fans mayoritariamente femeninas, el carisma, la seducción como una de sus armas artísticas y el similar epílogo. Sandro fue el cantor y compositor que puso sus éxitos en el mundo. Cacho fue más "de nosotros", entendido el concepto como "más estrechado" al país a partir de su interpretación social de su ciudad, esa metrópoli con la que se alió a sangre y entrañas. Por esas disimilitudes, no sabemos cómo los entenderán y entronizarán los tiempos.

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Conocí Cacho hace muchos años, actuando con él en la antigua Boite del Casino de San Juan. Simpático, pícaro, inquieto, entrador. En ese entonces cantaba cosas más frívolas, livianas, pasatistas. El tiempo y la vida, esa aventura que nos forma y conduce, lo fueron entregando paulatinamente, de piel y alma, a la gran canción, páginas con fundamento, poemas ciudadanos genuinos, tangos de actualidad pero intensamente tradicionales; melodías emparentadas con el tango, pero con la tentación rítmica de la balada; baladas tangueras; mixtura artística por la cual se constituyó inconfundiblemente en sí mismo; un admirador de Gardel y los enormes cantores que por cientos prestigian nuestro tango en el mundo, a la vez que un creador auténtico de obras señeras, cachetazos de crónicas arrabaleras, caricias de sentimientos ciudadanos.

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Por ser tan numerosos, no cabe enunciar sus éxitos conocidos por todos. De mi parte, como un gusto personal, señalar su tango Tita de Buenos Aires, una de sus últimas creaciones y una de las que más me conmueven.

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No es lo más trascendente su pinta de conquistador y muchacho canchero. Buenos Aires y el país le reconocen la contundencia de sus canciones fundamentales, donde los personajes esenciales y lugares icónicos de Buenos Aires crecieron y se afirmaron como pedacitos de eternidad para los tiempos. Y sus últimas imágenes dignas, aferrado al exiguo resuello que sus pulmones castigados le reclamaban a un respirador artificial. Y, sin embargo, de frente a las emociones, vertical ante la gente, desparramando con honradez sus últimas flores por escenarios que ya no serán los mismos sin él.